Duelo perinatal

Noticia publicada el 28-12-2018

Está tan poco aceptado en esta sociedad hablar de la muerte... parece que si no la nombramos, no va a ocurrir y, sin embargo, es algo de lo que no podemos escapar.

Cuando alguien de nuestro entorno sufre una pérdida, la mayoría de nosotros sabemos cómo comportarnos. Somos empáticos, nos ponemos en su lugar y entendemos el momento por el que está pasando. Lo acompañamos en su dolor. Sin embargo, hay un tipo de duelo que es silenciado en nuestra sociedad, que pasa desapercibido y al que no se le presta tanta atención... o tal vez pensemos que si no lo nombramos no ocurre...  pero ocurre y tiene nombre: se llama duelo gestacional.

Hablamos de muerte gestacional, perinatal y neonatal englobando las pérdidas que van desde el primer trimestre de embarazo hasta al cabo de unos días después de nacer.

El embarazo está tan relacionado con la vida, que cuando ocurre una muerte de este tipo, ”fuera de tiempo”, lo que se entiende es que como no ha nacido, no ha existido... ¡y vaya que si ha existido...!

 

Cuando se confirma un embarazo, ese bebé ya existe a nivel mental y emocional.

 

Pensemos lo siguiente: ¿Cuándo los miembros de una pareja se convierten en padres? Es importante aclarar este punto. Una pareja ya se siente “padres” desde el momento en que decide buscar a su bebé. A partir de ahí, ese ser que será su hijo comienza a estar presente en sus vidas, se pone en marcha un proyecto común, unas expectativas, una ilusión... Cuando se confirma ese embarazo ya ese bebé existe a nivel mental y emocional (incluso siendo un embarazo no deseado, el bebé existe desde el momento que se decide seguir adelante con la gestación). La pareja empieza a plantearse qué nombre le darán, cómo será su carácter, qué cosas harán con él o ella... lo piensan, lo imaginan, lo nombran... comienza a gestarse un vínculo con ese bebé.

Cuando una vivencia tan devastadora como esta ocurre, el dolor para esos padres (que ya se sentían padres, independientemente del tiempo de gestación) es tan profundo que deriva en una crisis existencial de la que no se sale igual que se entró. Elisabeth Kubler Ross decía que la muerte es parte de la vida y que transitar los duelos nos permite luego vivir la vida con mayor plenitud. Una de las mayores dificultades que encontramos cuando ocurre una muerte en el período gestacional o perinatal es que, socialmente, se espera, se asume o, incluso, hasta se “presiona” a esos padres a que estén emocionalmente bien en relativamente poco tiempo. Se cree que por el hecho de no haber visto al bebé o haberlo tenido poco tiempo, el duelo debe ser menor. Y no solo no es así, sino que a veces esa presión es la que acaba complicando esos duelos.

Las parejas que se enfrentan a esta vivencia a menudo se sienten incomprendidos, sienten que deben ocultar su dolor o, peor aún, que su dolor es minimizado o desautorizado, y eso, es una mochila muy pesada. Muchas veces, las personas que están alrededor de esta pareja creen que fingiendo que no pasa nada les ayudan a continuar con su vida, que si no se menciona el dolor no existe. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. El dolor sigue ahí, pero escondido detrás de un muro enorme de silencio. Hablar de la muerte no hace que esta nos llegue antes y por supuesto, hablar de la muerte no es morirse ¿porqué nos cuesta tanto? ¿porqué creemos que no duele o duele menos lo que no se nombra?

Hablar de la muerte ayuda a que estemos mejor preparados para poder vivir esa experiencia. Los seres humanos tenemos un gran mecanismo que nos entrena para poder afrontar retos y amenazas: nuestra capacidad de anticipación (la capacidad para pensar y hablar de algo antes de que se produzca). El poder poner en palabras y hablar de un hecho nos acerca a ello y nos da la oportunidad de poder experimentarlo antes de que suceda. ¿Cuál es la función de este mecanismo?: graduar el nivel de sufrimiento y dosificarlo para que no nos coja por sorpresa. Todo el sufrimiento, el dolor o el miedo que consigamos anticipar no lo viviremos cuando nos llegue la experiencia. Esto es como un entrenamiento, pero se necesita tener el coraje y el valor de hablar de cosas que nos resultan incómodas o desagradables en una sociedad que lo dificulta, que nos anima a callar todo lo que resulta inconveniente. Compartir nuestro duelo, es poner en palabras nuestra experiencia para poder integrarla y ubicarla en un lugar donde haga menos daño.

Cada persona elaborará su duelo a su manera, dependiendo de las vivencias de pérdida que hayan ocurrido en su vida, de sus recursos de afrontamiento... No es un proceso con distintas fases que atravesamos como una carrera de obstáculos para llegar corriendo a la meta, que es el olvido. Se trata de un proceso normal que atravesamos cada uno a nuestro ritmo y que nos lleva a aceptar la realidad de la pérdida y a poder vivir nuestra vida integrando el recuerdo de esa persona que ha fallecido.

“Eres joven seguro que puedes tener otro” ¿se imaginan diciendo esta frase a una mamá que pierde a su hijo en otras circunstancias?. “Todo ocurre por una razón, quizás este bebé no debía nacer”, “mejor ahora que estabas de poco tiempo”... estas frases que intentan servir de consuelo, causan aun más dolor y no ayudan a pasar el duelo.

¿Por qué nos cuesta tanto permitir y acompañar el dolor ajeno? ¿Por qué debemos o nos sentimos obligados a aliviar su sufrimiento y su dolor, que es la expresión del amor que sentían por ese bebé y es, precisamente, el sentimiento que debe surgir en ese momento? ¿Cómo podemos esperar que en unas circunstancias tan dolorosas la pareja pase página y siga con su vida como si nada hubiera pasado? Para la persona en duelo, hablar de lo ocurrido le ayuda a integrar emocionalmente esa pérdida. La persona que escucha puede sentirse incómoda o impotente porque cree que no puede hacer nada y sin embargo, el estar ahí, la presencia y la escucha es una ayuda, ya es curativo en sí mismo.•

 

¿Qué podemos hacer si queremos acompañar a estas madres y padres?

• Trata de no cambiar de tema si surge la conversación.
• Escuchar de una forma activa y sin juicios.
• No quitar importancia a la pérdida; respeta lo que para esa madre y ese padre significaba ese bebé.
• Respetar los tiempos de duelo de la madre y padre.
• Si no contestan a los mensajes o llamadas, dales algo de tiempo.
• Si el bebé tenía un nombre, cuando hables de él o ella hazlo por su nombre, es importante validarlo.
• Si dudas o no sabes qué hacer, es preferible que te sinceres y digas que quisieras ayudar pero no sabes cómo y te ofrezcas para lo que ellos necesiten. Resolver tareas del hogar o realizar cosas prácticas que los alivien de obligaciones que seguramente no les apetecerá hacer
(siempre preguntándoles antes).



Idaira Izquierdo
Psicóloga Perinatal
Responsable de la Comisión de Psicología Perinatal del Colegio de Psicólogos de
Santa Cruz de Tenerife

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