El estrés por el suelo... ¡pélvico!

Noticia publicada el 05-11-2018

¿Quién no vive, hoy en día, inmerso en jornadas estresantes y con mil cosas en la cabeza? Que si el trabajo, los niños, la casa, la familia, encontrar un ratito para uno mismo y un largo etcétera que, a veces, parece interminable. Hoy en día, la mayoría de las personas sufrimos, de una manera u otra, algún tipo de estrés. Este sentimiento de tensión física o emocional puede provenir de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentir frustración, furia o nervios. Los cambios constantes en el entorno hace que tengamos que adaptarnos a las nuevas situaciones y, por tanto, pequeños episodios de estrés son necesarios y positivos para responder adecuadamente a los retos de la vida diaria. Pero cuando éste dura mucho tiempo, puede dañarnos. No todos nos enfrentamos igual a situaciones que generan tensión. Es muy importante saber cómo gestionar el estrés porque de esto depende que tengamos más o menos consecuencias en nuestra salud. Una inquietud psicológica puede generar un malestar físico, que es lo que comúnmente se denomina como “somatizar”. No es un problema mental, sino consecuencia de la relación entre mente y cuerpo.

 

“Todas nuestras emociones se inscriben al nivel del cuerpo”
Boris Cyrulnik

 

La característica común a todos los pacientes que somatizan es que presentan síntomas físicos que les producen molestia y preocupación. Estos síntomas no responden a ningún diagnóstico médico de enfermedad y aunque los más comunes suelen ser gastrointestinales (malestar estomacal, dolores abdominales, hinchazón, diarrea o estreñimiento, etc.) también  encontramos muchas personas con dolencias cardíacas (taquicardias, hipertensión) respiratorias (dificultad para respirar, sensación de ahogo), neurológicas ( mareos, convulsiones, pérdida de memoria) o con síntomas sexuales (irregularidad en la menstruación, impotencia, falta de deseo sexual, afectación en el suelo pélvico) y es precisamente en éste último apartado donde quiero centrarme:


El estrés y el suelo pélvico

Es relativamente común encontrarme a mujeres (y hombres) con dolores en la zona pélvica y más concretamente en su suelo pélvico. En algunos casos, estas molestias están relacionadas directamente con una causa médica evidente como lesión en los tejidos, por ejemplo, por una cicatriz (por una intervención quirúrgica o por una episiotomía o cesárea) o, si ha habido tratamientos oncológicos o por tensión muscular derivada de un trauma en la zona (un parto con una fase expulsiva prolongada, el uso de fórceps, etc.). Pero en otros casos esta tensión viene derivada por el estrés, más concretamente por cómo cada individuo gestiona y somatiza el estrés.  El número va en aumento año tras año lo que es preocupante porque estas dolencias afectan verdaderamente a la calidad de vida de las personas que las padecen.

Algunas mujeres, tras la vivencia del parto, se ven expuestas a mucha inseguridad y tensión en un período en el que son especialmente vulnerables (cambios hormonales significativos, la influencia del entorno, la propia personalidad, la experiencia vivida, las expectativas creadas, la nueva y desconocida crianza, etc.) y su suelo pélvico se resiente.  La mujer  tiende a somatizar en esta zona, donde ha sucedido gran parte del proceso del embarazo y del nacimiento.  Generalmente, las molestias que sienten son achacadas al propio parto y entienden que son consecuencias pasajeras, pero en ocasiones éstas perduran en el tiempo. Encontrar un entorno adecuado para la mujer embarazada es primordial para que pueda afrontar el proceso del embarazo, parto y posparto de manera saludable, para que a veces los inesperados desenlaces sean manejados de manera eficaz y la mujer tenga herramientas a su alcance para solventar las dificultades que le surjan. La clave está en la prevención y el tratamiento precoz para evitar consecuencias mayores. Es muy recomendable que la mujer tenga conocimientos del proceso que transita y que sepa que tiene poder de decisión y de elección en muchos de estos procesos; que hay grupos de apoyo para casi cualquier situación que pueda vivir y que hay profesionales sanitarios, o no, que pueden cubrir con éxito sus necesidades, tanto si son físicas como si son emocionales.

Cuando estamos nerviosos o alterados tendemos a contener la respiración y a contraer los músculos de nuestro cuerpo, y entre ellos también están los de nuestro suelo pélvico. Para entendernos, hablamos de una hipertonía, de un exceso de tensión en parte de nuestra musculatura, como la que podría haber en una contractura en la espalda. No es que la zona esté fuerte, si no que está alterada. En el entorno del suelo pélvico tenemos órganos muy importantes como la vejiga, el útero y parte del intestino que pueden verse alterados. Es común encontrar personas con hipertonía en su suelo pélvico que además padecen dolor en la zona inguinal o de caderas, en la parte baja de la espalda, en penetración o en la erección, al orinar, al defecar o simplemente al sentarse y cargar la zona, también problemas de incontinencia urinaria o de estreñimiento.

Es muy importante que ante estas situaciones que nos sobrepasan intentemos tomar medidas a tiempo para prevenir cualquier daño. Una de las más importantes es intentar dormir lo suficiente, también hay técnicas de psicología que pueden ayudarnos a gestionar mejor las situaciones complicadas, las actividades que implican respiraciones fisiológicas diafragmáticas pueden ayudarnos (yoga, taichi...) y aquellas que nos hacen frenar el ritmo y relajarnos. A veces realizamos actividades físicas “explosivas” con idea de desconectar la mente pensando que son una buena vía de escape de las tensiones, pero podemos tener un efecto rebote porque el cuerpo sigue muy activo y no baja el ritmo del sistema nervioso.
El problema al que se enfrentan estas personas es que deambulan de unos médicos a otros, lo que puede alargarse por años, hasta que dan con quien les sabe derivar y diagnosticar. Es común que las mujeres sean diagnosticadas de sequedad vaginal a la que achacan la causa del dolor en la penetración o de que no son capaces de relajarse y de ahí la tensión y el dolor.

También se constata que hay cierta tendencia familiar en la somatización del estrés hacia el suelo pélvico. Cuando ya tenemos una hipertonía es necesario tratar la zona ya que es una  musculatura profunda sobre la que no tenemos control voluntario así que por mucho que queramos relajarla, sólo lo conseguiremos en parte. Para ello, en  general es muy interesante trabajar sobre la zona físicamente afectada pero también aprender a gestionar el estrés y cambiar algunos hábitos diarios.

Quien esté lidiando con dolores a diario no debería resignarse a vivir con ellos y buscar ayuda. Somos los profesionales de la salud los que debemos trabajar en equipo  aportando cada cual lo mejor de su especialidad en beneficio de las personas afectadas. La búsqueda dará sus frutos y quien no desiste en su empeño alcanzará el fin que persigue.•


Erika Amezcua Valmala
Fisioterapeuta especializada en pelviperineología
Centro Médico Massana

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