Vínculo afectivo

Noticia publicada el 15-10-2018

Un bebé de tres meses llora desconsolado, su mamá ya le ha cambiado el pañal y lo ha alimentado. Algo dentro de ella le dice que debe cogerlo y se dispone a hacerlo, sin embargo, hay visita en casa, han venido a ver al bebé y justo antes de cogerlo le dicen: “No lo cojas, eso es que te está manipulando, lo vas a acostumbrar a los brazos y después todo el día lo tendrás en brazos”. La mamá que estaba dispuesta a coger y a acompañar emocionalmente a su bebé, se pone nerviosa, duda, finalmente decide dejarlo llorar a pesar de que se siente fatal y cree que debería cogerlo, aguanta estoicamente y antes de que la visita se haya ido el bebé, finalmente, ha dejado de llorar. ¿Qué opinas de esta situación? ¿Qué harías? ¿Realmente crees que un bebé de tres meses tiene las capacidades psíquicas necesarias para saber manipular? ¿En esta situación se están respetando las necesidades de ese bebé?


La evolución nos ha dado un regalo, nos ha dotado de un cerebro de grandes dimensiones y, gracias a él, grandes capacidades. Somos la especie más inteligente del planeta. A lo largo de esa evolución, comenzamos a caminar erguidos, sostenidos sobre dos piernas (bipedestación) y como consecuencia, la pelvis sufrió un estrechamiento. Un cerebro de grandes dimensiones no puede pasar por esa pelvis, por lo tanto, los bebés humanos nacen inmaduros, con un cerebro que debe terminar de desarrollarse, hasta alcanzar su tamaño normal, fuera del vientre materno. La cría humana no es capaz de sobrevivir por sí misma al nacer. Necesita, al menos, un período de 9 meses más en los que debe, no sólo ser alimentado sino también sentir el calor, la seguridad, la protección y esa sensación de comodidad que sentía en el vientre materno. Así, consigue, poco a poco, adaptarse a la vida fuera del útero. Conviene tener en cuenta el enorme cambio que supone para un bebé inmaduro, que necesita seguir “gestándose”, pasar del medio uterino a nuestro mundo. Este período de desarrollo fuera del útero materno se llama exterogestación. ¿Cuál es la mejor manera de facilitar que el bebé logre adaptarse a nuestro mundo? Lo principal que se puede hacer es que se sienta protegido y seguro, en un entorno cálido y conocido, y ese entorno es el cuerpo de su madre.


Ahora, volvamos a la situación expuesta al inicio de este artículo, teniendo en cuenta lo que has leído hasta ahora, parece que no se tienen muy en cuenta las necesidades de ese bebé, todo lo contrario, muy probablemente, esté siendo sometido a un estrés innecesario. El bebé no será siempre tan dependiente. Poco a poco, con el comienzo del gateo y a partir del año, estará más preparado para explorar el mundo y ser algo más autónomo, sobre todo si sus necesidades previas han sido cubiertas. En el ejemplo del comienzo, el bebé ha dejado de llorar, sí, pero estudios indican que cuando no satisfacemos las necesidades emocionales del bebé, su cerebro se llena de cortisol (hormona del estrés) en lugar de llenarse de oxitocina (la hormona de la calma, o también llamada del amor) y entiende que el mundo es un lugar difícil. Hablamos aquí, obviamente, de una situación mantenida en el tiempo donde las necesidades del bebé no son satisfechas, no pasa nada si estás haciendo algo y lo atiendes unos minutos más tarde.


John Bowlby (psicoanalista) y Mary Ainsworth (Psicóloga), a través de la teoría del apego y sus estudios realizados, demostraron que aquellos niños que se sintieron queridos y fueron cogidos cuando lo demandaron y cuyas madres estaban disponibles para calmarlos cuando lo necesitaban, se desarrollaban siendo niños más seguros y autónomos. Por tanto, la sensibilidad que los padres tengan para percibir las necesidades afectivas de sus hijos, la predisposición que tengan para mantener con ellos el contacto físico y cuidarlos, va a ser de vital importancia para que puedan establecer un apego que haga que el niño pueda relacionarse con el mundo de una manera no solo segura sino saludable (como puedes ver, esto es una inversión a largo plazo, serán adultos probablemente más sanos psíquicamente).


René Spitz fue un psicoanalista que, durante la II Guerra Mundial estudió el desarrollo psicoafectivo de unos 100 niños que vivían en un orfanato. Describió en esos niños lo que llamó el Síndrome del hospitalismo (síntomas físicos y psicológicos que aparecían en los primeros 12 meses de vida y que eran derivados del hecho de permanecer de manera prolongada en una institución y privados por completo de la presencia y cuidados maternos). Estos niños estaban bien cuidados, pero sin embargo, no podían establecer un vínculo o un lazo afectivo con nadie  y por tanto, aparecían dificultades en su desarrollo emocional y físico. René Spitz fue más allá y llegó a afirmar con sus estudios que las consecuencias de este síndrome podían incluso derivar en la muerte de esos niños. Qué curioso, ¿verdad? Niños físicamente sanos que se dejan morir por la falta de afecto. Cuán importante es el amor para el ser humano...


La buena noticia es que Spitz observó que si estos niños volvían, tras ese período de privación, a estar en contacto con su madre (o, en su defecto, con un sustituto “lo suficientemente bueno”, refiriéndose aquí a alguien atento a las necesidades físicas y emocionales del bebé), podrían salir de ese letargo emocional. Estos estudios derivaron posteriormente en grandes reformas en la hospitalización infantil. Otros autores también afirman que no está todo perdido, y que para aquellos niños que no han podido en su infancia establecer unos vínculos sanos y seguros, habría una segunda oportunidad para reconstruir esos vínculos en la adolescencia, a través de los amigos o la pareja, por ejemplo.


¿Qué puedo hacer para vincularme con mi bebé?

Los bebés vienen programados biológicamente para vincularse, pero hay algunas circunstancias que dificultan ese primer “enamoramiento” como puede ser la separación de su madre al nacer (por ejemplo por una cesárea). Esta situación podemos revertirla posteriormente estando en contacto directo con nuestro bebé a través del piel con piel, acariciándole, hablándole, con la lactancia materna o dándole el biberón con la misma implicación y ternura con la que le daríamos el pecho... La formación del vínculo no es algo que ocurre en unos minutos, sino que se trata de un proceso. Según el bebé y tú se vayan conociendo, se irá poco a poco construyendo ese vínculo y ahí comenzará una relación de amor, me atrevería a decir, de las más fuertes e intensas que existen: la de una madre por su hijo.

Durante el embarazo, la mamá ya tiene parte del trabajo de vinculación hecho, sobre todo si no se ha desconectado emocionalmente, porque lo ha llevado en su vientre, lo ha sentido y, tras el parto, es a ella a la que el bebé conoce y a la que buscará para sentirse en calma. Igualmente, se puede trabajar el vínculo con el bebé durante el embarazo con visualizaciones o acudiendo a sesiones de meditación o mindfulness, que ayudan a vivir el embarazo, e incluso el posparto, de una forma mucho más consciente. El padre puede también trabajar el vínculo con su bebé, acudiendo a las ecografías, hablándole al bebé, acariciando la barriga, participando en el parto. En el posparto, también a través del tacto, cambiándole el pañal, bañándolo, mirándole a los ojos, acunándolo (sobre todo si  la mamá está cansada o desbordada), imitando los sonidos del bebé en esos primeros intentos de comunicación. Portearlo (llevar al bebécargado sobre el cuerpo en fulares o mochilas) es también una excelente manera de que el bebé se sienta en calma.

Por tanto, para fomentar ese vínculo de apego con el bebé, trata de pasar todo el tiempo que puedas pegadita a él, disfruta de la suavidad de su piel y de esas miradas que te regala, abrázalo, cántale, háblale... goza de todos esos momentos irrepetibles y de esa relación tan especial y única que puedes establecer con él.

 


“Un desarrollo eficaz del niño en la primera infancia se produce cuando los niños sienten que les alientan, que les cuidan, que les protegen y que les aman. Cuando los niños reciben todos estos elementos fundamentales en los años de formación de sus vidas, tienen las mejores oportunidades posibles de desarrollarse plenamente”.

Pia Britto, Directora para el Desarrollo en la Primera Infancia de UNICEF

 

No olvides que a través del vínculo con mamá y papá, y de la calidad de ese vínculo, dependerá que tu hijo perciba el mundo como un lugar hostil, peligroso, inseguro y que esa sensación lo acompañe en su vida de adulto o, por el contrario, que entienda el mundo como un lugar seguro y confiable donde podrá desarrollarse plenamente como un ser psíquicamente sano.•


Idaira Izquierdo
Psicóloga Perinatal
Responsable de la Comisión de Psicología Perinatal del COP de Santa Cruz de Tenerife

Volver