Hito a hito, paso a paso
Noticia publicada el 31-07-2018
Hoy en día abundan las tablas que detallan la edad en la que se debe alcanzar un determinado hito (cada hito es un acontecimiento importante en la vida de un niño: levanta la cabeza, tiene sonrisa social, imita gestos, entiende la negación, etc.). El dominio del movimiento comienza por el control de la cabeza, que se consigue antes que el de los brazos, el tronco, las piernas y, por último, la coordinación de manos y dedos.
Para algunas familias y profesionales, el hecho de que un bebé no logre sentarse a los 8 meses, por ejemplo, o no camine al cumplir el año, suele ser motivo de alarma y preocupación. Esto requiere una visión más general del continuo del desarrollo, sabiendo que el desarrollo proviene de factores genéticos, así como de factores del medio, es decir, factores sociales, emocionales y culturales que interactúan entre sí de forma dinámica y modifican de forma significativa el potencial del crecimiento y del desarrollo.
A cada uno de nosotros nos viene dado un potencial que el entorno estimula o “entorpece”. Hemos podido observar que, en la mayoría de los casos, el niño no se mantiene sentado o no camina porque su cuerpo no ha tenido la exposición necesaria a estímulos que fortalezcan sus músculos, ni el espacio para ponerlo en práctica, una y otra vez, hasta perfeccionar poco a poco el movimiento. En cambio, éste ha sido muy limitado por los largos tiempos en sillitas, parquitos, uso de andador, exposición a pantallas, etc. A la larga este déficit repercute en innumerables aspectos de la vida del niño: actividad y actitud del niño en general, capacidad de explorar y comprender el mundo, relación que establece entre los objetos que lo componen, cómo se relaciona con los demás, cómo resuelve los problemas con los que se encuentra, etc.
¿El desarrollo motor necesita ser estimulado?
¡Sí! Simplemente dando espacio y tiempo, ofreciendo oportunidades de movimiento desde muy temprano. El bebé necesita el suelo para empezar a controlar su cabeza y así prepararse para voltear y luego éste movimiento le prepara para reptar. La reptación construye el esquema motor para dar lugar al gateo, una etapa que debe ser vivida en plenitud. El suelo también es un buen lugar para ser compartido, dando paso al juego espontáneo entre padres e hijos desde el afecto y la seguridad emocional; creando vínculo entre ellos. Haciendo del suelo un ámbito apetecible, motivador y divertido lograremos alargar esta fase. La gran mayoría de los bebés, sólo necesita esto para descubrir nuevas formas de desplazamiento.
Una vez completadas estas fases, el bebé podría estar preparado para levantarse buscando apoyos e iniciar la marcha. Si esperamos a que el niño esté maduro para hacerlo sin forzarlo, estamos contribuyendo a su bienestar físico, emocional y social.
Es cierto que existen diferencias individuales en la adquisición de las secuencias motóricas, así como el modo que tiene cadaniño de conseguir dichos hitos pero, si es posible, deben pasar por todos y cada uno de los pasos, y durante el tiempo que sea necesario, hasta llegar a hacer el movimiento de la manera más óptima posible. Si las diferencias particulares distan mucho de la norma, es importante que sea detectado lo antes posible.
Todos estos cambios ocurren alrededor del primer año de vida, pero más adelante las tablas de hitos psicomotrices nos siguen dando pistas: realizar la pinza, acelerar la marcha, despegar los pies del suelo para subir y bajar escalones, saltar, etc. Volvemos a encontrarnos con niños faltos de experiencia de dominio de su cuerpo, con miedo a caer, con inseguridad e inestabilidad y con padres y madres muy temerosos y angustiados por falta de confianza en el niño, ya que han vivido experiencias previas traumáticas (caídas, golpes, accidentes…). Está demostrado que tanto la nutrición como el estilo educativo familiar son, entre otros, factores de importante repercusión en el desarrollo físico, emocional y adaptativo-social.
¿Es tan importante que sepa subir y bajar escaleras? ¿Debo preocuparme si es torpe con sus manos?
Sí, porque está demostrada la relación entre la adquisición de las funciones madurativas básicas de la psicomotricidad y los aprendizajes escolares. A partir de los 3-4 años de edad, nos empiezan a preocupar los resultados académicos, aunque las bases de todas las funciones están relacionadas entre sí y comienzan a desarrollarse mucho antes de que nos sorprendan las observaciones de los profesores. Volvemos a reiterar sobre esto: un niño que no tiene a su alcance material para amasar, hurgar, meter y sacar objetos pequeños, enroscar y desenroscar… ¿cómo esperamos que desarrolle la capacidad de movimientos finos que le permitirán usar un lápiz y escribir más adelante?
Todas las experiencias previas suponen la base sobre la que vamos a sustentar los conocimientos posteriores.
El desarrollo psicomotor es un proceso secuencial, un proceso en el que unas etapas tienen que ser antecesoras para convertirse en la base de otras nuevas. Cuando las nuevas adquisiciones se practican repetidamente proporcionan respuestas voluntarias, dirigidas hacia un fin, cada vez más precisas y refinadas. Es por tanto necesario permitirles dedicar tiempo y dar especial atención a las experiencias sensoriales, a la correcta construcción del esquema corporal, la coordinación de movimientos, la orientación espacial y temporal, el conocimiento del ritmo y los aspectos de la organización perceptiva, el equilibrio, así como al desarrollo de habilidades y destrezas manuales.
Por otra parte, nos preocupa sobremanera la aparición del habla. Lo más indicativo siempre es la mirada despierta y la sonrisa de los bebés, la atención visual selectiva a unos ojos que nos miran directamente, la capacidad de crear lazos sociales y vínculos emocionales. Esta va a ser la variable modeladora del desarrollo general del ser humano, el aspecto comunicativo. Cuando un niño no habla, hay que determinar qué es lo que está ocurriendo: ¿Falta estimulación?, ¿Es algo madurativo?, ¿Se trata de algo de mayor gravedad?. Sabemos que el desarrollo lingüístico comenzará con el balbuceo y que, poco a poco, dará paso a las primeras palabras, hasta llegar a un aumento muy considerable de las mismas, alrededor de los 2-3 años. Al igual que en el aspecto psicomotor, la estimulación es primordial y la intervención precoz también. Una vez sepamos que la estimulación ha sido la adecuada debemos analizar, con la ayuda de un profesional de la logopedia, si nuestro niño presenta dificultades a la hora de comunicarse o desarrollar el lenguaje y el habla.
Como madres y padres, nos asaltan muchas dudas y a veces tenemos sospechas de retrasos en algún área del desarrollo: motórica, lingüística, relacional, social o cognitiva. Debemos, en ese caso, acudir a los profesionales que se ocupan de esas áreas (médicos, psicólogos, logopedas, psicomotricistas, fisioterapeutas, pedagogos, etc.) para tratar de atender las necesidades que se presenten cuanto antes, la intervención precoz es clave en todos los casos.•
Patricia González Portero
Logopeda
Especialista en Psicomotricidad
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