Lo se, lo siento
Noticia publicada el 28-04-2017
Actualmente tenemos a nuestro alcance mucha información sobre el mundo infantil, no solo a nivel profesional, sino también a nivel divulgativo, pero… ¿y antes? Antes, la experiencia enriquecía el conocimiento. Las madres compartían lo que estaban viviendo, no en largas charlas, sino en esos cortos momentos al cruzarse en la calle, al comprar en la pequeña tienda del barrio, al encontrarse en el rellano de la escalera, al acercarse a pedirle un poco de ese alimento que le faltaba para cocinar, al dejarle un ratito al niño porque iba en un salto a… Muchos de estos pequeños encuentros nos parecen ahora impensables.
En un momento breve no da tiempo a la reflexión, a aleccionar, a la disertación… En un momento breve da tiempo a un “yo hice tal cosa, prueba a ver”, “mira a ver si”, “a mi mayor le funcionaba esto y a mi pequeño aquello”, “mi madre decía”, “mi abuela decía”… y así se iba sabiendo que había muchas maneras de actuar en la crianza y que cada cual con todo lo que escuchaba, iba tejiendo su relación con su hijo.
Evidentemente que yo no estaba en esas épocas, pero me atrevo a decir que nadie pretendía ser la madre o el padre perfecto. Intuyo que cada cual intentaba hacerlo lo mejor que sabía con la humildad de aceptar que se equivocaría, que cometería errores y que aprendería de ellos. Y así, seguramente los hijos iban aprendiendo que la perfección no existe, que ellos también se equivocarían como hijos y que aprenderían, pero que lo intentarían hacer lo mejor posible. Y probablemente ambos sabían que todo lo harían desde el amor y eso les daría fuerzas para superar las dificultades.
Esta historia, este recuerdo en parte real, en parte imaginado, intenta llevarnos a relativizar, a relajarnos, para poder disfrutar un poco más. ¿Pero cómo se hace eso? Aceptando que tanto para las grandes como para las pequeñas decisiones, necesitamos de dos fuentes, lo que se y lo que siento.
Tenemos tanta información a nuestro alcance que nos centramos en saber y nos olvidamos del sentir. Cuando nos llega una información, cierta para la persona que la comparte con nosotros, hay algo dentro que nos dice “sí, tal vez, quizás…” y otras veces nos dice “no, nunca, poco probable…”. Y eso que escuchamos en nosotros se nutre de lo que sentimos, de cómo somos y de cómo es nuestro hijo. Existe algo que podríamos llamar intuición, instinto materno/paterno que, como en tantas especies, nos facilita tomar decisiones, a menudo correctas en cuanto a la crianza.
Entonces, ¡vamos a dejar surgir en nosotros esa intuición! Y una de las maneras de potenciarla es a través de la relación afectiva en la familia. Dedicarnos tiempo a conocernos, a escucharnos, a expresarnos y a respetarnos. Actividades como el masaje infantil, nos dan la excusa que necesitamos cada día para parar nuestro ritmo acelerado, mirarnos y sonreírnos porque sabemos que llega el momento del masaje. Y esos momentos irán creando una buena base a la que recurrir en las situaciones en que dudemos. Si confirmamos que la decisión fue adecuada, en ese momento lo celebraremos juntos. Si la decisión no fue del todo adecuada, el momento del masaje ayudará a aceptarlo desde la seguridad de que estamos juntos en ese camino lleno de acierto y de errores, y de que pese a todo, queremos seguir sintiéndonos cerca y seguir aprendiendo no solo desde lo que sabemos, sino también desde lo que sentimos.•
Ana Fernández Salas
Formadora Masaje Infantil IAIM
Educadora IAIM-AEMI
Socia de AEMI Nº12
Asociación Española de Masaje Infantil