El síndrome del tercer día
Noticia publicada el 21-07-2015
“Cuando llegué a casa con aquella criaturita en brazos me sentí perdida.
Me abrumó la idea de pensar que dependía de mí para todo y me sentí débil,
incapaz de soportar las noches en vela y de entender lo que mi bebé
quería comunicarme en determinados momentos con su llanto.
Apenas le sentía moverse le ofrecía el pecho, que agarraba gustosamente…
no era un bebé llorón pero yo sí lo era… era una madre llorona y desagradecida,
que aun teniendo un bebé bueno y precioso era incapaz de sentir felicidad
y solo me sentía una mujer débil y, de rebote, culpable”
Esta historia podría ser real, de hecho, 8 de cada 10 mujeres sienten lo que llamamos tristeza posparto o síndrome del tercer día, en inglés Maternity blues o la tristeza de la maternidad.
Se habla largo y tendido de los cambios que se suceden durante los meses de embarazo, sin embargo, se habla mucho menos de lo que ocurre al volver a casa tras el nacimiento del propio hijo, creyendo que la vuelta a la “normalidad” física y mental será , o deseando que sea instantánea, cuando en realidad, cuerpo y mente necesitan un tiempo indeterminado (que dependerá de cada mujer) para adaptarse a la nueva etapa.
Si bien es cierto que hormonas como la prolactina y la oxitocina predisponen al comportamiento maternal y las endorfinas favorecen ese vínculo con el bebé que le garantiza la supervivencia, tan bien lo es que, no importa el embarazo o el parto que hayas tenido, lo maravillosa y comprometida que seas, cualquier mamá puede sentir esa montaña rusa emocional”que supone el puerperio o posparto. Todos los cambios que se han sucedido en tu cuerpo y en tu vida en los últimos meses culminan con el crecimiento de la familia, dentro de la cual, cada miembro debe buscar su sitio, adaptándose los unos a los otros y a la nueva situación.
Quizás estos sentimientos tengan un origen físico, hormonal, mental, pero es seguro que están potenciados por los retos o expectativas que nos imponemos como madres y como mujeres. Es habitual que aparezca alrededor del tercer día del posparto y puede durar hasta 2-3 semanas.
De hecho, si pensamos en la posible incomodidad por los puntos si los hubiera, las ganas de volver a tu casa/tu nido si has dado a luz en un hospital, las expectativas del parto cumplidas o no, la separación física del bebé que supone el fin del embarazo, el cansancio acumulado tras el parto y falta de sueño de los primeros días, la preocupación por si serás una buena madre, las dudas (muchas veces infundadas e infundidas, aunque comprensibles) sobre si tu leche le está alimentando bien, la autoexigencia de volver a las actividades de la vida diaria con prontitud, los cánones de belleza puerperal que se estilan en los medios de comunicación… la verdad es que, lo raro sería estar dando saltos de alegría…
Cada mujer puede tener alguno de estos sentimientos en mayor o menor medida, todos o quizás ninguno… cada persona es distinta e incluso, en la misma mujer, cada embarazo, parto y puerperio pueden ser completamente diferentes:
- Irritabilidad
- Llanto
- Dificultad para dormir
- Ansiedad
- Labilidad emocional
- Dificultad para concentrarse
- Impaciencia
- Inapetencia
Estos síntomas van desapareciendo a medida que te adaptas a la nueva situación y dicha desaparición se ve favorecida por el descanso, el alimentarse correctamente, el sentirse arropada por tus seres queridos o gozar de un apoyo profesional adecuado que sepa reconocer por lo que estás pasando y diferenciarlo de la depresión posparto que es un trastorno severo, mucho menos frecuente, que no desaparece espontáneamente, se alarga durante más tiempo y suele impedir continuar con el día a día de la madre. A diferencia de la tristeza posparto que mejora en poco tiempo, la depresión posparto empeora diariamente.
Entendiendo el “tiovivo emocional” como el mecanismo adaptativo a la nueva situación familiar, es natural pensar que cada mujer tiene en su interior sus propios recursos y descubrirá herramientas maternales con tiempo, confianza en sus instintos y paciencia.
Sin embargo, para sobrellevar estos sentimientos e inquietudes a veces no basta con conocer su existencia con anterioridad.
La maternidad es un evento vital de gran magnitud, reconocer su importancia no tiene por qué estar reñido con vivirlo con naturalidad. Lógicamente, en el posparto, maternar es prioritario.
Concédete el tiempo necesario para convertirte en madre. Conócete a ti misma como tal, acéptate y preséntate formalmente a tu bebé para empezar a conocerle también a él.
Desahogarse con amigas, familiares o tu pareja, que entiendan lo que estás pasando y te apoyen, puede ayudarte a reconocer cuan frecuentes son estos síntomas. Si estás dando el pecho, puedes encontrar alivio en los grupos de apoyo a la lactancia, compartiendo con otras madres tus sensaciones a la vez que encuentras ayuda en el amamantamiento.
Si has dado a luz en un hospital busca una continuidad en los cuidados profesionales pidiendo cita con tu matrona en el centro de salud.
Trata de aprovechar los descansos diurnos y nocturnos del bebé para descansar también tú. Aliméntate adecuadamente. La falta de sueño y el hambre incrementan la irritabilidad y el desánimo.
Si así lo sientes, acepta ayuda de tus allegados, llevar a tus hijos mayores al parque, poner una lavadora, traerte algo de comida… pueden ayudar mucho esos primeros días.
Hemos de mencionar que, actualmente, algunos padres participan tan intensamente en la experiencia del parto, que a veces, experimentan la misma tormenta emocional que sus parejas. En estos casos, la sociedad no es más benévola que con nosotras mismas, esperándose de ellos que sean los fuertes pilares que ofrezcan su apoyo a las nuevas madres. Hablad sobre vuestros sentimientos, con tiempo y paciencia encontrareis vuestro nuevo equilibrio.
Todo esto no tiene por qué ocurrir pero, si ocurre total o parcialmente, permítete hablar sobre la tristeza, enfado y expectativas no cumplidas•
Cristina Fernández Iglesias
Matrona