Pezoneras

Noticia publicada el 29-03-2019

En esta ocasión vamos a hablar de uno de los dispositivos relacionados con la lactancia cuyo uso acumula más controversia, tanto entre los (relativamente escasos) estudios científicos sobre ellas, como en la percepción de los profesionales, y hasta entre las opiniones de las propias madres.

Una pezonera (‘nipple shield’) es un dispositivo que la madre coloca sobre su pezón y areola, con el objetivo de conseguir un mejor agarre del bebé al pecho, ya sea aumentando el confort de la succión, o buscando incrementar la eficacia de la misma. Los materiales de los que está hecha la pezonera han ido variando a lo largo del tiempo, primando en la actualidad el látex y la silicona ultrafinos, y en los últimos años, están disponibles incluso en diferentes tallas/tamaños, para facilitar un buen ajuste. Suelen usarse en casos de dificultades en el agarre, especialmente en los primeros días postparto (con diversas causas subyacentes: pezón plano o poco protráctil, tejido areolar poco elástico, anquiloglosia, succión débil, bebés prematuros, transición del biberón al pecho…), y también en casos de pezón dolorido, o bien en casos en los que se combinan ambas causas.

La controversia científica aparece cuando se abordan las principales preocupaciones alrededor del uso de las pezoneras. Entre ellas, la posible reducción en la transferencia de leche, recogida en publicaciones relativamente antiguas de los años 80 y 90, que aparecería relacionada con una inhibición de la liberación de oxitocina secundaria a la interferencia de la pezonera, y también se refieren alteraciones del patrón de succión, especialmente en casos de pezoneras de látex. Un artículo mucho más reciente, refleja cómo el uso de pezoneras podría triplicar la incidencia de destete precoz tanto en madres primíparas como multíparas (Kronborg 2017). Por otro lado, encontramos publicaciones que nos hablan del adecuado uso de las pezoneras en aquellos prematuros bien con dificultades persistentes para la succión directa, o bien adormilados, o en madres que presentaban pezones doloridos, y que demuestran que para esos bebés prematuros, el esfuerzo necesario para la succión sería menor y la transferencia de leche mayor, cuando se usa pezonera, que cuando no se usa (Meier 2000). Aun así, no deberían ser entregadas por rutina y debe siempre acompañarse su uso de la comprobación de que efectivamente se produce una mejora en la transferencia de leche al prematuro con el uso de la pezonera (McKechnie 2010).

La controversia entre las madres se mueve entre la consideración de las pezoneras como una ‘ayuda’, que está solucionando de forma temporal un problema, y por tanto reduciendo el estrés asociado a las dificultades iniciales de la lactancia, frente a la sensación de que las pezoneras suponen una ‘barrera’ entre madre y bebé, una ‘incomodidad’, y que además puede generar en ocasiones una ‘dependencia’ no deseada en aquellas madres que desean amamantar ‘sin accesorios’ (Kronborg 2017).

La controversia entre los profesionales, se objetiva cuando comprobamos que profesionales sanitarios ‘no expertos’ las entregan o recomiendan, dentro del contexto clínico de la hospitalización postparto, de forma generalizada y como ‘solución rápida’ o ‘remedio inmediato’ a situaciones en las que existe alguna dificultad relacionada con la lactancia, bien por falta de formación o bien por falta de tiempo real para dedicar a las madres en el transcurso de su trabajo asistencial. Por otra parte, profesionales con formación específica han venido denostado las pezoneras, calificándolas como ‘falsa solución’ o ‘parche’ que no incide en el origen del problema sino sólo en su manifestación, calificándolas como ‘arma de doble filo’ que a la larga podría producir más perjuicios que beneficios… Y también encontramos voces ‘expertas’ que nos hablan del valor de las pezoneras como herramienta cuando su indicación y uso es el adecuado.

La realidad que encontramos y que también reflejan los estudios disponibles, es la facilidad que existe en la adquisición directa de una pezonera por parte de las madres, en farmacias e incluso supermercados, y la ‘laxitud’ con que generalmente son dispensadas a nivel hospitalario o sanitario, sin que ninguna de estas dos opciones de acceso directo al uso de la pezonera vaya acompañada de la adecuada información e instrucciones sobre su uso y su cese. Esta fácil adquisición y la creación de una falsa sensación de éxito, elimina tanto en las madres como en los profesionales cualquier preocupación en relación con la seguridad de su uso (McKechnie 2010).

Si bien introducir una pezonera en la primera semana postparto puede parecer un ‘arreglo’ fácil para una familia frustrada, esa intervención puede impedir que se realice una evaluación detallada de la diada madre-bebé, para determinar dónde reside la causa del problema de lactancia que presentan, y por tanto poder abordarlo para solucionarlo desde su origen. Por otro lado, también debemos tener presente algo importante: las pezoneras son una ayuda temporal para solucionar un problema concreto o una situación determinada, y el fin último de su uso será siempre el de mantener esa lactancia. Por tanto, cuando el objetivo de la madre es amamantar a su bebé, una pezonera siempre será una mejor opción que abandonar por completo una lactancia. Las últimas publicaciones coinciden en que la pezonera debería ser una solución que se ofrece a las madres para continuar con su lactancia, tras una valoración adecuada de la situación o problema, considerando de forma individualizada las ventajas y desventajas, y garantizando un apoyo y un seguimiento.

Por tanto, para asegurar un buen uso de este dispositivo, y aprovechar todo su potencial como herramienta ‘salvalactancias’, sin que se convierta en el factor precipitante de un destete precoz, tenemos que conocer que:
• Se considera que reducen la transferencia de leche de madre a bebé, e impiden un correcto vaciado de la mama (y por tanto, más obstrucciones de conductos y mastitis).
• Se considera que son ‘adictivas’ para el bebé, de forma que acaban prefiriendo la pezonera al pecho directo, con lo cual se hace difícil su retirada.
• Ambas cosas pueden llevar a un descenso en la producción de leche, que puede abocar en un destete indeseado.
• Paradójicamente, en ocasiones las pezoneras generan por sí mismas maceración o dolor de pezón, especialmente cuando su colocación o su ajuste es inadecuado.
También debemos tener en cuenta unas recomendaciones básicas para su correcta utilización:
• Por lo general, no debería introducirse el uso de pezoneras en la primera semana de vida del bebé, salvo en caso de situaciones de prematuridad o de problemas obvios como dificultades en el agarre relacionadas con características anatómicas del recién nacido (anquiloglosia).
• En todos los casos, antes de introducir una pezonera, un profesional entrenado o persona ‘experta’ debería realizar una ‘observación sistemática de la toma’, para detectar el problema que genera la dificultad.
• Intentar primero establecer una lactancia ‘directa’, evaluando otras soluciones para mejorar la posición o el agarre, coherentes con el problema detectado.
• Una vez se decide optar por la pezonera, el profesional o persona ‘experta’, explicará y capacitará para su correcta colocación, conservación y limpieza.
• Si es posible, se apoyará a la madre en su primer uso para conseguir un agarre profundo adecuado, comprobando la eficacia de la succión y la deglución del bebé con la pezonera puesta.
• Se instruirá a la madre en los signos de una ingesta adecuada: contabilizar pañales mojados por día (a partir de la semana de vida, mínimo 6 en 24 horas), y deposiciones (al menos 2-3 al día en menores de 5-6 semanas, pudendo espaciarse después de esta edad).
• Se hará un seguimiento con control de peso si fuera necesario (pesar al bebé en el mismo peso al menos cada dos semanas para asegurar que está aumentando de peso correctamente, o con mayor frecuencia si así lo indica su pediatra).
• Se explicará a la madre que debe observar si el pecho se quede bien vacío tras las tomas (si no es así, puede ser necesario extracción mecánica o manual para asegurar un buen vaciado y por tanto una adecuada producción, disminuyendo el riesgo de obstrucción de conductos), y debemos estar atentos a detectar posibles cambios en la producción de leche o aparición de otros problemas de lactancia.
• Se tomarán las medidas necesarias para la corrección del problema de origen, si las hubiera.
• Cuando sea posible y se aprecie una mejora en la técnica de amamantamiento del bebé, se iniciará la retirada de la pezonera, de forma gradual, y con un asesoramiento adecuado.

 

Cómo colocar bien una pezonera

La pezonera no se coloca simplemente superponiéndola sobre el pezón, como si fuera una simple ‘capucha’. Es fundamental, antes de colocarla sobre el pecho, realizar una sencilla maniobra de preparación: ayudándonos de los dedos, con ambas manos, doblaremos las ‘alas’ sobre sí mismas hacia afuera, como si subiéramos las alas de un sombrero, e hiciéramos más corto el cono que va a ir sobre el pezón. Así, acortándola longitud del cono, acercamos lo más posible la punta de la pezonera a la punta del pezón cuando la colocamos sobre él.

Lo que buscamos es que en el cono de la pezonera no sólo entre el pezón, sino incluso parte de la areola, para ‘formar’ (con ayuda del soporte plástico) un pezón más fácil de agarrar para el bebé, y que además permita un enganche más profundo. De nada sirve una pezonera simplemente sobrepuesta de forma que el bebé sólo alcance a succionar del cono plástico, sin contactar con la areola materna: en ese caso lo más probable es que no exista una adecuada transferencia de leche, con lo que no habremos solucionado nada.

 

Consejos para un ‘destete’ gradual de la pezonera

El objetivo es conseguir un agarre sin pezonera, por lo que todas las recomendaciones serían similares a las que procuran asegurar un abuena posición y agarre del bebé, en cualquier otro caso. Podríamos añadir consejos como:
• Realizar unos minutos de extracción mecánica o manual antes de enganchar al bebé, para estimular un reflejo de eyección y que la leche esté fácilmente disponible, además de estimular el pezón.
• Amamantar en cuanto se detectan las señales precoces de hambre, incluso ofreciendo el pecho cuando aún están algo adormilados. Y si es posible, en contacto piel con piel.
• Probar diferentes posturas e incluso intentar el agarre en movimiento (caminando, meciendo o botando en una pelota de pilates…).
• Como con la pezonera (al igual que con las tetinas), tienden a presionar la lengua contra el paladar, se puede hacer un pequeño ‘ejercicio’ antes de las tomas, dejándoles succionar nuestro dedo (con la yema en contacto con el paladar) unos minutos, como ‘entrenamiento de succión’, para que baje bien la lengua, antes de agarrar el pecho sin la pezonera.
• Si el bebé se enfada, parar, intentar calmarle y seguir.

También podemos ayudarnos de técnicas de apoyo como:
• Técnica ‘sandwich‘: comprimir el pecho con la mano en forma de C firmemente tras la areola, para mantener una forma y una consistencia del pezón que facilite el agarre, y que se mantendrá hasta que el bebé esté succionando de forma eficaz, pudiendo soltar después lentamente la mano. Ofrecer el pecho sin pezonera con el bebé adormilado, para reducir las posibilidades de rechazo.
• Si el bebé no coge el pecho sin la pezonera con relativa facilidad, volver a dárselo con la pezonera: no permitir que se frustre al pecho, pues el bebé debe confiar en que la lactancia funciona, aunque eso suponga volver a poner la pezonera un poco más de tiempo, hasta poder volverlo a intentar.
• Otra forma es ofrecer el pecho con la pezonera, y una vez conseguido un buen agarre y un reflejo de eyección de la leche, retirar con rapidez la pezonera y volver a enganchar al bebé. Gradualmente, intentar su retirada cada vez una poco antes durante la toma, hasta no usarla en ningún momento.
•  Si el bebé toma de los dos pechos en cada toma, a veces funciona ofrecer el primer pecho con pezonera y el segundo sin ella.
• Al principio, puede decidirse no intentar retirar la pezonera en todas las tomas, para que el bebé pueda relajarse y no esté en alerta.

Es importante asegurarse de no hacer de la retirada de la pezonera una batalla con el bebé, o generará aún más resistencia, y tampoco obsesionarse hasta el punto de afectar psicológicamente a la madre. Mientras el bebé aumente de peso bien se puede seguir intentando tan a menudo como se pueda, con paciencia y perseverancia. Y por supuesto, buscando la ayuda de profesionales o personas expertas si aparecieran dificultades añadidas.

Como conclusión, quizás, en vez de entrar en un debate irresoluble sobre si las pezoneras están o no indicadas, deberíamos cambiar de perspectiva y plantearnos cuáles son las condiciones indispensables que deben acompañar a la recomendación de usar una pezonera, para considerarla ‘adecuada’, como ya hemos visto. Y por supuesto, el seguimiento será siempre una de las claves para cualquier intervención en lactancia que nos podamos plantear: nos permitirá valorar la efectividad del plan propuesto, el progreso hacia la resolución del problema y la satisfacción y el confort de madre y bebé (Chow 2015). Necesitamos instruir a los profesionales y a las familias sobre los beneficios y los riegos relacionados con el uso de las pezoneras, y sobre los patrones de comportamiento, alimentación y eliminación en los primeros días de vida del recién nacido, para distinguir los problemas de lactancia reales. Y por supuesto, dar a las madres y a sus familias recursos tras el alta, información sobre grupos de apoyo y teléfonos de ayuda, especialmente en casos de altas precoces, e instaurar consultas de lactancia específicas en los servicios públicos de salud para el adecuado abordaje de todas estas cuestiones, trabajando de forma sostenida para lograr que las madres que así lo deseen, logren sus objetivos de lactancia.•

Aimón Sánchez Molinero
Matrona
Comisión Clínica de Lactancia Materna
Hospital Universitario de Canarias y Área Norte de Tenerife

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