Integración de reflejos primitivos

Noticia publicada el 24-01-2018

Estas respuestas automáticas deben ir madurando correctamente para que el niño controle su cuerpo y sus emociones.

 

“Me llamo Hugo y tengo 5 añitos y me han traído aquí porque soy malo, mis papás dicen que no se relacionarme y mi profe que solo sé pegar. Yo solo quiero jugar, pero no sé jugar con los demás.“

Después de escuchar estas palabras en la consulta, poco menos que se te rompe el alma. Hugo no comprende por qué le pasa eso, por qué no puede controlar sus impulsos y sus manos actúan antes de lo que él quisiera. Pero es su tercer diagnóstico, con solo cinco añitos Hugo ha pasado ya varias pruebas para descartar un TEA (trastorno del espectro autista), un Síndrome de Asperger y su último diagnóstico ha sido de hiperactividad, aunque sus padres dudan de que ese sea el problema de Hugo.

A veces, como terapeuta, te sorprendes del dolor que sufren estos niños y sus familias día a día. Padres y madres que están agotados y desesperados de ir de consulta en consulta con la esperanza de que puedan ayudar a su pequeño porque ellos no pueden. Muchos buscan desesperadamente una “etiqueta” que dé nombre y justifique lo que le pasa a su hijo, y otros huyen precisamente de esas etiquetas que marcan y que limitan. Pero unos y otros llegan a nosotros con la esperanza de ver un poco de luz en el camino. Algo que pueda explicar las conductas de estos niños, lo que les hace diferentes a los demás, lo que les impide desarrollarse de una manera normal.

Las asociaciones estiman que hay 50.000 niños con autismo en España. 1 de cada 96 niños que nace en España es diagnosticado con trastorno del espectro autista. En las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación Cultura y Deporte, 517.128 alumnos recibieron apoyo educativo específico en el curso 2014-2015, 78.000 más que en el curso anterior.

Esta es la realidad de muchos niños que muestran dificultades en su desarrollo. Algunos tienen problemas para leer y escribir, dificultades de aprendizaje, otros un retraso del lenguaje, algunos tienen problemas para relacionarse y comunicarse con los demás, otros tienen afecciones más graves como una parálisis cerebral o retrasos cognitivos graves.
En el año 1985, el Dr. Harald Blomberg conoció a Kerstin Linde, una periodista de profesión y aficionada a la fotografía, terapeuta autodidacta que trabajaba con niños que padecían grandes afectaciones motoras y también con adultos con problemas de psicosis y esquizofrenia. Kerstin Linde había desarrollado lo que ella llamó una “pedagogía del movimiento rítmico” a partir de la observación de los movimientos que hacen los bebés espontáneamente antes de ponerse de pie y caminar. Harald se interesó por los resultados que Kerstin obtenía con sus pacientes y le pidió ser su paciente y así poder vivir personalmente los efectos de estos movimientos y poder aprender más acerca de esta pedagogía. De esta forma pudo comprobar los efectos positivos de este programa de movimientos rítmicos mejorando considerablemente sus problemas motores causados por una poliomielitis cuando era pequeño.

Esto le impulsó a buscar una respuesta de por qué estos movimientos provocaban no solo mejorías en las habilidades motrices, sino que los pacientes mejoraban también el lenguaje y se producían cambios en el desarrollo emocional y cognitivo de los sujetos.

Para el Dr. Harald Blomberg, la teoría del Cerebro Triuno desarrollada por Paul McLean sirve como metáfora para explicar por qué los movimientos rítmicos tienen esos efectos y producen un desarrollo neurológico mejorando las conexiones neuronales y la mielinización de las neuronas. Según esta teoría hay diferentes niveles del cerebro que controlan las habilidades motoras, las funciones cognitivas y las emociones. Al nacer, el cerebro está formado pero las diferentes partes no están lo suficientemente desarrolladas y conectadas entre sí.

Si pensamos en el cerebro de un bebé recién nacido, cada minuto se generan millones de conexiones neuronales. Esas conexiones neuronales van a crear todo un circuito nervioso conectado entre sí. Para que esas conexiones se produzcan, el bebé necesita estimulación de los sentidos. Ya en el útero se han generado las primeras conexiones gracias a los movimientos de la madre que estimulan el sentido vestibular del feto. También los movimientos que realiza él mismo estimularán su sentido propioceptivo y, por supuesto, la estimulación táctil que recibe cuando su cuerpo roza con el útero materno.

 

Cuando no se da una estimulación suficiente de los sentidos vestibular, propioceptivo y táctil, las conexiones neuronales serán insuficientes y las diferentes partes del cerebro no se desarrollarán correctamente ocasionando problemas de diferente índole.

 

El bebé necesita ser tocado, mecido, necesita que le sostengan en brazos y que le ofrezcan un ambiente de seguridad afectiva para que pueda moverse libremente y que de esta forma se produzca un desarrollo cerebral adecuado.

Este bebé cuando nace viene dotado de un programa innato de movimientos rítmicos que se desarrollan en un orden determinado, aunque con variaciones individuales. “El niño porta en sí la capacidad de descubrir y crecer por sí mismo. Es decir, existe un dinamismo interno que induce al crecimiento intelectual y motor, así como un dinamismo biológico que induce al crecimiento físico” (Chantal de Truchis. El despertar al mundo de tu bebé. 2010).

Todas las circunstancias que impiden el desarrollo motor de los niños también afectan a otras funciones como el habla, la visión, las emociones o las habilidades cognitivas. A medida que el niño va realizando movimientos de forma autónoma va adquiriendo un vocabulario corporal necesario para su correcto desarrollo.

El bebé pasará de estar tumbado boca arriba sin apenas controlar los movimientos de sus brazos y sus piernas, a poder controlar con voluntad propia los movimientos de sus extremidades. De esta forma aprenderá a voltearse, a colocarse boca abajo, girará sobre sí mismo para iniciar sus primeros desplazamientos, podrá asir y soltar objetos, empezará a reptar, a sentarse, a gatear, a trepar para finalmente ponerse en pie y caminar. Lo que el bebé es capaz de realizar por sí mismo en este primer año y medio de vida, sin duda influirá significativamente en etapas posteriores de su desarrollo y en la adquisición de habilidades como aprender a leer y escribir, montar en bicicleta o relacionarse con sus iguales.

El entrenamiento desarrollado por el Dr. Harald Blomberg nos adentra de lleno en esta etapa crucial de nuestro desarrollo. Estudiando y analizando los movimientos que realizan los bebés observó que estos movimientos repetían los patrones de los reflejos primitivos y que gracias a la repetición de sus movimientos rítmicos, estos reflejos primitivos desaparecían, se integraban y daban paso a patrones de movimiento autónomo.


¿Qué son los reflejos primitivos?

Los reflejos primitivos son movimientos estereotipados, involuntarios, controlados desde el tronco encefálico y en ocasiones desde el cerebro medio, que se desarrollan durante el embarazo y los primeros meses de vida. Muchos de ellos están presentes en el momento del nacimiento, interviniendo incluso en el trabajo del parto, y se irán integrando paulatinamente entre el primer y el tercer año de vida. Pero en ocasiones se dan circunstancia durante el embarazo, el parto o los primeros meses de vida que impiden la adecuada maduración de los reflejos primitivos. Si los reflejos no han madurado correctamente no se desarrollarán de la forma adecuada y esto hará más difícil su integración.

Los estudios llevados a cabo en los últimos treinta años demuestran que la no integración de los reflejos primitivos tiene implicaciones a nivel académico (Mc Phillps, Hepper y Mulherm, 2000).

La detección y el análisis de reflejos primarios y posturales indican el estado de desarrollo que el niño ha alcanzado. Los reflejos solo son el indicio de una mala dirección durante el desarrollo, que puede ir acompañada de disfunciones en el proceso de información auditiva, visual, función vestibular, etc. (Sally Goddard. Reflejos, aprendizaje y comportamiento, 2005).

Cada uno de los reflejos no integrados lleva asociada una sintomatología característica. Por ejemplo, un Reflejo Tónico Laberíntico no integrado puede ocasionar problemas vestibulares, falta de equilibrio, hipo o hipertonía en la musculatura cervical y en consecuencia bajo tono muscular y articulaciones hiperflexibles, o bien tendencia a caminar de puntillas y tensión muscular, problemas oculares, así como problemas de atención y concentración.

Otros síntomas que pueden darse son:
•    Problemas de atención
•    Hiperactividad
•    Déficit de atención
•    Dificultades de lectoescritura
•    Estrabismo, miopía, tensión ocular
•    Problemas emocionales, incapacidad para controlar impulsos, problemas de relación-comunicación
•    Fobias
•    Tensiones musculares
•    Escoliosis
•    Enuresis

Así, cada reflejo primitivo no integrado lleva asociada una sintomatología que afectará al desarrollo del niño.

La BRMT® o Terapia de Movimientos Rítmicos como se la conoce más popularmente en España, inició su andadura en nuestro país por primera vez en el año 2005. Su creador, el psiquiatra sueco Harald Blomberg lleva treinta años investigando sobre ella y actualizando sus cursos de formación a partir de su experiencia con los miles de pacientes tratados. Esta terapia trata de ayudar al niño a superar esas dificultades volviendo al origen de su desarrollo, reviviendo etapas de maduración importantes que deben ofrecer al cuerpo unos aprendizajes necesarios para la vida.•

Eva Rodríguez
Enfermera pediátrica
Consultora e instructora BRMT®
www.eva-rodriguez.es
www.blombergrmt.es

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