La pelvis femenina y el parto

Noticia publicada el 06-10-2017

El tamaño de la pelvis materna no es un factor determinante para saber cómo se desarrollará un parto.

Un tema bastante recurrente y nombrado entre mujeres embarazadas o que han parido ya, es el debate sobre la capacidad de la pelvis materna para poder tener un parto vaginal normal, o por el contrario, que sea la propia pelvis la que pudiera suponer una dificultad a la hora del mismo. Seguramente alguna vez habrás oído expresiones como: “tenía la pelvis estrecha y al final tuvo que ser un fórceps”, o “el bebé era demasiado grande para la pelvis de la madre y tuvo que ser una cesárea”, ó también “el bebé estaba mal colocado y hubo que ayudarlo a nacer con fórceps”...
¿Qué hay detrás de todas estas afirmaciones? ¿Cuánto de realidad, y cuánto de interpretación errónea? ¿Cuánto, incluso, de mito? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer nosotras para minimizar la posibilidad de que ocurra?

Según mi humilde opinión, y de muchas otras matronas, en el parto, posiblemente lo menos importante sea el tamaño de la pelvis materna. Hay otros factores mucho más decisivos, que tienen que ver con el estado interno, la confianza que siente la mujer, la seguridad que proporciona estar en un entorno que identifique como favorable, el acompañamiento que se le proporciona... Todo lo necesario para que las hormonas del parto fluyan correctamente y puedan hacer su trabajo sin interrupciones, distracciones o factores en contra. Para ilustrar un poco mejor este concepto, me remito a la frase de una matrona que leí una vez, que dice que “el tamaño de la pelvis de una mujer en el parto influye tanto como el tamaño de su nariz”. O sea, nada.

“El tamaño de la pelvis de una mujer en el parto influye tanto como el tamaño de su nariz”

Si recordamos brevemente la fisiología del parto, sabemos que la hormona principal durante el mismo es la oxitocina, conocida también como la “hormona del amor”, puesto que no sólo aparece durante el parto sino también durante las relaciones sexuales, al cantar, bailar, comer con amigos u otras situaciones que identificamos como agradables y nos proporcionan placer. En el parto, su función principal es producir las contracciones, y también actúa sobre el sistema nervioso central produciendo una sensación de bienestar que permite que todo el proceso sea mucho más suave y llevadero. Sin embargo, esta hormona también es conocida como la “hormona tímida”, porque sólo se segrega en situaciones en las que nos sentimos en confianza, cómodos, no observados, y en un entorno que identificamos como seguro. Si por el contrario, nos sentimos con miedo, observados, o no identificamos el entorno como seguro y favorable, la hormona que segregará nuestro cuerpo será la adrenalina, que es la antagonista de la oxitocina. Esto quiere decir que cuando se segrega una, la otra no se segrega o se ve muy disminuida. Por lo tanto, si tenemos miedo, y segregamos adrenalina (que es la hormona que nos prepara para la huida o la lucha), no podremos segregar la oxitocina necesaria para que el parto se desarrolle adecuadamente, con unas contracciones efectivas que permitan que el cuello del útero vaya dilatando suavemente y sin resistencia.

Entonces, ¿en qué podría repercutir segregar adrenalina durante el parto, y no tener una adecuada secreción de oxitocina? Las posibilidades son varias: partos más dolorosos y/o más largos, debido a que las contracciones existen pero no son del todo efectivas, y por ello surge la necesidad de utilizar la epidural. De este uso de la epidural podrían derivarse consecuencias varias también, como, por ejemplo, que debido a que la movilidad materna está reducida, el bebé no pueda realizar correctamente los movimientos de rotación en la pelvis de la madre o los realice de forma más lenta. Esto puede derivar también en tiempos de parto más largos, o en que finalmente se haga necesaria la ayuda de un fórceps para ayudar al bebé a colocarse y nacer, o una cesárea porque la anterior opción no es posible. Pero, lo que hay que tener en cuenta es que, en la gran mayoría de los casos en los que se hace necesaria esta ayuda al final del parto, no es por problemas de tamaño en la pelvis materna o porque sea un bebé muy grande (que podría darse, pero es muy poco frecuente). En la mayoría de los casos, este final es una consecuencia de todo lo nombrado anteriormente, que de una forma algo tosca se podría resumir en la siguiente frase: “las condiciones para segregar las hormonas adecuadas para que el parto se desarrolle de forma correcta no se han dado como hubiera sido necesario”. Esta frase trae muchísimos matices detrás y lo último que quiero es parecer simplista, porque como siempre digo, en un parto influyen infinitos factores y muchos se escapan incluso a nuestro conocimiento. Pero sí creo que teniendo especial cuidado con todo lo que influye en la correcta secreción hormonal durante el parto, podríamos reducir muchísimo las intervenciones durante el mismo.

Y ahora que sabes esto, te preguntarás ¿qué es lo que puedes hacer tú misma, que estás embarazada y vas a parir, para conseguir que tu cuerpo segregue las hormonas que necesitas para tener un parto normal tal y como la naturaleza ha previsto?

Pues la buena noticia es que puedes hacer mucho, muchísimo. Que de hecho, lo más importante es tu actitud, y lo que tú hagas desde este momento para prepararte para ello.
Sería muy interesante que empezaras revisando tus creencias en torno al parto: ¿Qué sientes? ¿Qué te han contado? ¿Tienes miedo? ¿A qué? Una vez hayas identificado lo que piensas/crees/sientes en torno a todo el tema del parto, reflexiona: ¿en qué basas todo esto? ¿Cosas que te han contado? ¿Películas? ¿Cosas que se “oyen por ahí”? ¿Realmente son fuentes fiables? Probablemente te vayas dando cuenta de que no hay argumentos sólidos que respalden las múltiples creencias negativas que pudieras tener respecto al parto.

Ahora piensa: eres una mamífera. Sí, aunque a veces se nos olvide, los humanos somos mamíferos. Esto quiere decir que la naturaleza ha diseñado tu precioso cuerpo para que puedas concebir a un bebé, gestarlo, parirlo y amamantarlo. En la gran mayoría de los casos, sin ninguna complicación ¿Por qué motivo, si puedes gestar a tu bebé para que crezca sano y fuerte en tu útero, no vas a poder parirlo con el mismo éxito? ¿O por qué no vas a poder amamantarlo? La naturaleza es sabia. Confía. Esto es lo principal que tienes que conseguir: confiar. Confiar plenamente en que puedes. En que tu bebé puede. En que estás perfectamente preparada para parir. Confía. Pero confía de verdad, desde el corazón. Tienes que trabajarlo hasta que sea un convencimiento firme, una realidad en tu interior, una creencia. Esto supondrá una gran diferencia el día del parto. Al fin y al cabo, como todo en la vida, la actitud con la que afrontamos las cosas siempre es lo más importante. Y la o las personas que tengas a tu lado acompañándote tienen que confiar también. Esto es crucial. Durante el parto necesitas ese apoyo. Que a quienes tengas a tu lado (tanto tu pareja como los profesionales que te acompañan) no duden tampoco ni un momento de tu capacidad.

¿Y cómo puedes conseguir esta confianza de la que hablamos? Pues hay varias cosas que puedes hacer. Por ejemplo, informarte a conciencia durante el embarazo, de fuentes fiables. Pregunta a tu matrona, acude a cursos de preparación al parto, busca libros, lee, mira documentales... La información es poder, te da capacidad de discernimiento y decisión para poder elegir lo que quieres, lo que se adapta a tus necesidades y lo que te hace sentir más segura. Una vez hayas hecho todo este trabajo de informarte, es ideal que realices tu plan de parto, tanto para ordenar tus ideas sobre lo que quieres y necesitas, como para informar a los profesionales sanitarios que te van a atender.

Otra cosa muy importante para conseguir esta confianza de la que hablamos es trabajar el cuerpo para sentirte fuerte, saludable y vital, para sentirlo y conectar con él. Trabajar el cuerpo para que el día del parto puedas estar en plena forma y llevar a cabo el trabajo de parto sin agotarte en exceso. Vivimos en una sociedad muy sedentaria, y por lo general las actividades de nuestra vida diaria no suelen requerir gran exigencia física, excepto que tengas un trabajo muy físico, lo cual no es habitual. Lo más usual es que tengamos que buscar el tiempo para dedicarle al ejercicio fuera de nuestra jornada laboral. Si ya lo haces así, genial, continua o adapta tu rutina al embarazo, según lo sientas conveniente. Si no tienes integrado en tu vida el ejercicio diario, el embarazo es el momento ideal para empezar. Todos los días, aunque sea una hora. Hay muchas opciones, y puedes elegir la que más se adapte a tus gustos y necesidades. Por poner algunos ejemplos de mis favoritas: yoga, caminar, nadar, bailar. Puedes incluso elegir dos y combinarlas. Pero es primordial concienciarse de la importancia que tiene, tanto en el embarazo como en el parto, hacer ejercicio a diario. Si te dijeran que en unos meses tienes que correr una maratón ¡estoy segura de que no se te ocurriría presentarte allí ese día sin haber entrenado nada anteriormente! Con el parto pasa lo mismo. Es un trabajo físico considerable. Es cierto que tu cuerpo, tu útero, están perfectamente diseñados y preparados para llevarlo a cabo, pero también es cierto que nuestro cuerpo no está preparado para ser tan sedentario como es en la actualidad, y que necesita movimiento, actividad. El ejercicio te llena de energía, vitalidad y fuerza y, repito, te prepara para que el día del parto puedas afrontarlo con energía y sintiéndote fuerte y poderosa, haciendo en cada momento los movimientos que necesites hacer, y moviéndote todo lo que te necesites mover. Lo ideal es que esta rutina de ejercicio vaya acompañada de una alimentación saludable, para contribuir a optimizar tu estado de salud en el embarazo. Un buen seguimiento prenatal no son solo las visitas que haces con la matrona o el tocólogo. Eso es una parte, sí, pero el cuidado prenatal más importante es lo que haces tú, cada día, mimándote para tener una salud lo más optima posible.

“Confía plenamente en la capacidad de tu cuerpo de gestar, parir, amamantar; y en la de tu bebé de nacer”

     También es muy valioso dedicarte a conectar con el embarazo. Sentir plenamente el proceso que estás viviendo, comunicarte con tu bebé. Para esto hay muchas formas posibles, y seguramente ya tienes la tuya particular. Si aún no te lo habías planteado, es tan simple como dedicarte cada día 10 ó 15 minutos para estar en silencio, sentada cómodamente con las manos en tu barriga, respirando, hablando con tu bebé y observando lo que sientes. Mientras más te conozcas y más conozcas tu cuerpo, es posible que más sencillo y suave sea el parto después.
Bien, hasta el momento hemos visto cuáles serían algunos ingredientes interesantes para favorecer una adecuada secreción de hormonas durante el parto, que nos facilitaran tener un parto normal.

Y el día del parto ¿qué sería importante a tener en cuenta para favorecer el parto normal, que las contracciones uterinas sean efectivas, y que el bebé pueda realizar correctamente sus movimientos de rotación y descenso por la pelvis para poder nacer?

Evidentemente, todo lo nombrado anteriormente: confiar en ti misma y en tu capacidad, confiar en tu bebé y en el proceso del parto, contar con un buen acompañamiento y sentirte segura. Pero además, hay una cosa muy importante: el movimiento. Moverte libremente, sintiendo lo que necesitas en cada momento del parto, y contando con la ayuda de la gravedad, facilitará enormemente que el bebé pueda realizar correctamente sus movimientos de rotación y descenso por la pelvis, y colocarse de manera adecuada para nacer. De pie, de rodillas, echada hacia delante, en cuclillas, de lado, con una rodilla en el suelo y otra arriba... las posibilidades son infinitas, y tú no tienes que pensar, sólo sentir, y sabrás perfectamente cómo necesitas ponerte para ayudar a tu bebé en su nacimiento. Es asombroso, y no falla. Por eso es importante que estés en forma para poder realizar todos los movimientos que necesites durante el parto, y mantenerlos el tiempo que necesites. No se trata de elegir previamente que tú quieres dilatar o parir en determinada posición, se trata de estar preparada para ese día hacer lo que vayas necesitando en cada momento. A veces la importancia del movimiento se olvida, o se obvia. Aquí tengo que recordar que cuando se utiliza la epidural, la capacidad de movimiento se ve reducida drásticamente, y con ello, aumenta la posibilidad de que al bebé le cueste más colocarse correctamente, y por tanto de acabar necesitando la ayuda de un fórceps o una cesárea. Esto no quiere decir que siempre sea así, sino que aumentan las posibilidades. Estadísticamente, es un hecho. Por ello, si finalmente necesitas usar la epidural, recuerda moverte. La matrona que te acompañe lo tendrá en cuenta, pero es importante que lo recuerdes tú también. Una vez pase la media hora necesaria para que la anestesia actúe correctamente, empieza a moverte, con algo de ayuda. De lado, sentada, de rodillas... Las dosis de epidural que se ponen a los partos normalmente permiten hacer estos movimientos con ayuda, y así estarás reduciendo un poco este efecto secundario de la epidural. La posición que se debería evitar a toda costa, excepto cuando sea estrictamente necesario, es tumbada boca arriba. Se desaconseja tanto para dilatar como para parir: dificulta una adecuada hemodinamia materno-fetal, y disminuye los diámetros pélvicos.

Bien, y ahora que sabes que el tamaño de tu pelvis parece ser “lo de menos” para poder tener un parto vaginal normal, y que lo más importante son otras cuestiones, algunas de ellas nombradas en este artículo, quiero hacer una pequeña reflexión al respecto de todo esto.

Para mí, los partos son un misterio. Siguen siendo un misterio y creo que lo seguirán siendo. Cada parto me sorprende, cada mujer y cada bebé me sorprende. Hay muchas cosas que sabemos, pero también hay muchas que no sabemos, y muchas veces no encontramos explicación. Por ello, es importante informarse para poder discernir sobre lo que quieres y lo que no, sobre lo que está recomendado y lo que no pero, sobre todo, es importante conectar con el cuerpo y con las emociones. Lo que sí creo firmemente es que lo que más influye en los partos es el estado interno. Pero, repito, hay muchas cosas que se nos escapan. Por eso, abandona toda expectativa. Tú preparate, y sobre todo, disfruta. Disfruta de tu embarazo, y disfruta de tu parto, desde la primera contracción. Estás haciendo el trabajo más hermoso y más importante de tu vida. Pero abandona las expectativas. Sobre todo abandona las expectativas. Realmente, hasta que sucede, no sabemos cómo va a ser. No sabemos cuánto va a durar, cómo nos vamos a sentir, o cómo acabará. Sea lo que sea, acéptalo. Y acéptalo con una actitud positiva. Sea lo que sea, no lo olvides: es el nacimiento de tu bebé. Dure tres horas, ocho o doce. Sea un parto normal, o sea un fórceps, o una cesárea. Es maravilloso, y mágico, digno de toda tu atención y entrega para vivirlo plenamente. Sigues siendo tú la que pare y tú bebé el que nace cuando es un fórceps o una cesárea. Recuérdalo, ten esto muy claro. No te vengas abajo, no es ningún fracaso. Si es así, es porque en ese momento era lo mejor para tu salud y la de tu bebé. No es ningún fracaso porque tú has hecho lo mejor que podías, con la mejor actitud y fortaleza en cada momento. Así que si por casualidad, llega el parto y acaba así, acompáñalo. En esos momentos tu bebé y tú se necesitan más que nunca, estar más unidos que nunca. No olvides que el parto es un trabajo en equipo, formado por ustedes dos tu bebé y tú, sostenidos por las personas que les acompañan con amor.

¡Feliz parto, feliz nacimiento!•

Sara Barreto
Matrona

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