Pantallas e infancia

Noticia publicada el 01-06-2017

Están por todas partes, forman parte de nuestra vida hasta el punto de que a muchos les cuesta vivir sin ellos. Los móviles, las tabletas, los videojuegos, la televisión, están en el punto de mira de todos los que creemos en la crianza consciente, respetuosa y presente.

Miremos donde miremos vemos a niños cada vez más pequeños absortos mirando una pantalla, “así se entretiene”, “sólo así puedo hacer todo lo que tengo que hacer”, “es la única forma que tengo de que coma”… son algunas de las justificaciones que se dan acerca del uso que se hace de los dispositivos electrónicos. Cuando la realidad es que éstos se han convertido en los salvadores de padres y madres sin tiempo. A modo de píldora del silencio acallan a los pequeños de la casa proporcionando un respiro más que necesario, pero ¿tiene consecuencias negativas?

En este sentido, considero responsable dedicar una mirada crítica a las implicaciones que tiene el abuso de estos dispositivos en edades cada vez más tempranas. Numerosos estudios señalan que el uso de estos dispositivos a edades tempranas provocan daños en el desarrollo infantil tanto a nivel cognitivo como físico y emocional. Sabemos que los tres primeros años de vida son críticos para el desarrollo del cerebro del niño, el cual necesita de la estimulación de las experiencias sensoriales y de la interacción con los otros. El cerebro se verá privado de estas fuentes de estímulos si estamos conectados a una pantalla. En esta primera etapa de la infancia, el sistema nervioso central está en formación (aunque continuará formándose durante más años, pero este periodo de tiempo quizá sea el más vulnerable), al igual que lo están todos los demás sistemas (el visual, el auditivo, el táctil, el propioceptivo, el kinestésico) y toda la sobreestimulación que provoca la exposición dificulta un desarrollo equilibrado.

La forma en la que el sistema nervioso central se desarrolla, la manera en la que el cerebro se “conecta mejor” es a través del movimiento, por medio de la actividad física repetitiva. El desarrollo motor sienta las bases para un desarrollo cognitivo adecuado. Por ello, es primordial promover actividades que garanticen una estimulación adecuada frente a otras que no lo hacen tanto. Conscientes de las implicaciones que para el desarrollo de los más pequeños tiene, numerosos colectivos sanitarios están considerando prioritaria la reducción de la exposición a las pantallas en los niños en general y la erradicación de su uso al menos en la franja de edad que va de entre los 0 y los 3 años.

Pediatras británicos, encabezados por el psicólogo Aric Sigman, piden que se prohíba la exposición a las pantallas a los menores de 3 años a raíz de los resultados obtenidos en un estudio publicado en la revista médica “Archives of Disease in Chilhood” Time for a view on screem time (October 08, 2012).Para el resto de niños de entre 3 y 16 años recomiendan que se limite el número de horas que diariamente dedican a esta actividad. En España los niños de entre 4 y 12 años dedican una media de dos horas y cuarenta y cuatro minutos al día en ver la televisión, situándose, junto con los italianos en los que más tiempo dedican a verla (según informe de “Kids TV report”, septiembre 2011). Dicho informe no tiene en cuenta el tiempo que se pasa frente a otros dispositivos… La Asociación Americana de Pediatría (AAP) recomienda: “La televisión y otros medios (digitales) de entretenimiento deben ser evitados en bebés y niños menores de dos años. El cerebro del niño se desarrolla rápidamente durante estos primeros años, y los niños aprenden mejor de las interacciones con personas, no con pantallas”.

En el siguiente artículo “Media Use by Children Younger Than 2 Years” (pediatrics.aappublications.org/content/128/5/1040.full) la AAP cita: “el uso temprano de las pantallas  puede afectar al desarrollo del lenguaje, fomenta la actividad sedentaria y favorece que los padres distraigan su atención”.


¿Pero, qué efectos produce el uso de pantallas en menores de 3 años?


• Sobrecarga del sistema nervioso central a través de una estimulación visual y auditiva excesiva, lo que en muchos casos puede producir irritabilidad en el niño. Dificultad para conciliar el sueño “parece que el niño está sobreexcitado”.

• Desconexión del entorno “le hablas y como si no te escuchara”.

• Disminución del tiempo a emplear en actividades realmente importantes para el desarrollo a estas edades: juego motor, exploración del entorno, comunicación e interacción con iguales y con adultos.

• Crea en el niño la idea de la inmediatez, “pulso y obtengo lo que quiero y lo logro de manera rápida”. Esto puede traer como consecuencia impaciencia y dificultad para lo que los psicólogos llamamos demora de la gratificación, que no es más que saber y/o poder esperar la recompensa por algo. “Es que todo lo que quiere para ya” “no sabe esperar”.

• Fomenta el sedentarismo.

• Interfiere negativamente en el desarrollo del lenguaje.

• Aumenta el riesgo de obesidad, enfermedades del corazón, de padecer problemas musculares debido a las posturas adoptadas para el uso de los dispositivos. Problemas a nivel de procesamiento visual.

• Si no hay una adecuada supervisión de los contenidos también nos encontramos ante la posibilidad de que los valores que el niño va interiorizando como propios no sean los más adecuados.

En relación al primer punto, en el que citaba a la sobrecarga del sistema nervioso, recientemente se ha publicado un estudio en el que se demuestra la correlación existente entre las pantallas interactivas y las horas dormidas por menores de 3 años. El estudio, realizado en la Universidad de Londres con 715 familias del Reino Unido y publicado en la revista ‘Scientific Reports’ (7, article number: 46104 (2017) encuentra correlación clara entre el uso de las pantallas interactivas en los niños de entre 6 meses y 3 años y una reducción del tiempo que pasan durmiendo. Concluye que por cada hora de exposición diaria el sueño nocturno disminuye en 26 minutos. También encuentran que a mayor exposición aumenta la dificultad para que los pequeños puedan coger el sueño. El estudio considera que el uso de la televisión únicamente disminuye el tiempo de sueño diurno no afectando al sueño nocturno.

La Asociación Americana de Medicina afirma que: “la excesiva exposición a la luz durante la noche altera los procesos esenciales de nuestro organismo y puede crear efectos potencialmente perjudiciales”. Entiéndase por procesos esenciales los que regulan en nuestro organismo el ritmo circadiano, ritmo que nos invita a dormir y a despertar. Charles Czeisler, uno de los mayores expertos en medicina del sueño afirma que: “la luz afecta a los ritmos circadianos con más fuerza que cualquier otra droga”.

Y resulta que en muchas ocasiones los dispositivos nos acompañan hasta la cama, siendo lo último que vemos antes de dormirnos y lo primero que miramos cuando nos levantamos, sin tener en cuenta que para poder dormir hemos de llevar a nuestro sistema nervioso a un estado de tranquilidad, de disminución estimular y que cuando queremos empezar el día debemos hacerlo de forma paulatina, ayudándonos del movimiento y no mediante la excitación que proporciona una pantalla.


Seguir las recomendaciones… ¿Misión imposible?


Muchos se preguntarán si nos encontramos ante una misión perdida de antemano. No voy a negar la dificultad que entraña no sucumbir a la “facilidad” que nos proporciona “aparcar” a nuestro hijo delante de una pantalla. Para comenzar, es responsabilidad de los padres predicar con el ejemplo no teniendo aparatos audiovisuales en los dormitorios, haciendo un uso racional de las tecnologías, desconectándonos del móvil, siendo conscientes de la influencia que nuestros hábitos tienen en nuestros hijos.

Mi opinión es que los niños pequeños tienen mucha vida por descubrir como para perder su tiempo delante de las pantallas y que a medida que vayan creciendo y demandando su uso, hemos de gestionar, las madres y los padres, tanto el tiempo como el contenido que van a ver. Siempre mejor limitando que prohibiendo y por supuesto, siempre fuera de la habitación de los pequeños.•

Lucía Lorenzo Quintero
Licenciada en Psicología P-01268
Máster en Neuropsicología y Educación
Experta en Desarrollo Infantil
Educadora de familias certificada en Disciplina Positiva
Directora de Crecer en Salud Brain Centers
www.crecerensalud.com

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