Es tiempo de respetar los tiempos

Noticia publicada el 06-04-2017

- ¿Qué, todavía no camina? ¡El mío corría a los 12 meses, y sin gatear!


¿Les suena, verdad? En una sociedad donde el bien más preciado es el tiempo, permitir a los niños tomarse el necesario para realizar todos sus procesos nos parece algo completamente superfluo e innecesario. No tenemos en cuenta que necesitamos movernos, hablar y pensar, y que para poder madurar es importante hacer uso de esos instrumentos y cuidar celosamente todos los aspectos del desarrollo. Por suerte, estamos asistiendo a una revolución en la crianza que viene de la mano del respeto por los tiempos y procesos marcados por el propio niño.

Un desarrollo motor adecuado en los primeros meses de vida sentará las bases cognitivas, neurológicas, sensoriales y emocionales de manera satisfactoria ya que todas ellas se encuentran interrelacionadas y se influyen mutuamente. Es un proceso complejo en donde el ambiente cumple un papel fundamental determinando cómo evolucionará.

Justamente por la influencia que el ambiente tiene, hemos de aprender a dudar de prácticas que, durante mucho tiempo, hemos dado por ciertas.

En palabras de la Dra. Emmi Pikler, pediatra húngara que investigó acerca de las consecuencias de la intervención adulta en el desarrollo motor del niño (Moverse en Libertad. Desarrollo de la motricidad global, Narcea Ediciones): “todo niño, en condiciones ambientales adecuadas, adquiere, por propia iniciativa y sin la intervención del adulto un desarrollo motor adecuado”.

El desarrollo motor del niño viene determinado por la especie y, por tanto, es espontáneo, por lo que se pondrá en marcha sin ayuda del exterior, siempre y cuando el exterior no interfiera dificultando dicha espontaneidad intentando, con la intervención por parte del adulto, adelantar los procesos naturales.

Un bebé solo hace aquello que puede hacer y, en cada etapa, cada uno de sus movimientos constituye un entrenamiento indispensable para que la siguiente tenga lugar de la mejor manera posible. Es por ello que saltarse etapas (todos conocemos a niños que han caminado sin haberse arrastrado y gateado) no es lo más aconsejable ya que negamos la posibilidad de entrenar múltiples movimientos necesarios para un desarrollo adecuado.

Los bebés no necesitan que les enseñemos el camino, necesitan que les respetemos sus tiempos y que no obstaculicemos lo que por naturaleza traen, necesitan que acompañemos su desarrollo desde una postura no intervencionista.

Entorpecemos cuando forzamos posturas como sentar a los niños antes de que puedan hacerlo por sí mismos o ponerles de pie, cuando dejamos que pasen largas horas en parque-cuna, carritos y demás artilugios que imposibilitan que el niño se mueva, experimente y explore. Interferimos negativamente cuando no posibilitamos, por nuestros miedos, que el niño explore el medio y que nutra su cerebro de vivencias sensoriales a través del tacto y la experimentación motriz.

Actualmente la línea que separa las acciones respetuosas con el desarrollo de las que no lo son, son difíciles de detectar ya que las hemos introducido en nuestras vidas como elementos indispensables para la crianza. En el libro de Emmi Pikler, anteriormente mencionado, explica: “...la intervención directa del adulto durante los primeros estadios del desarrollo motor (es decir, dar la vuelta al niño, sentarle, ponerle de pie, hacerle andar) no es una condición previa para la adquisición de estos estadios (es decir, volverse sobre el vientre, sentarse, ponerse de pie, andar)…”

En muchos casos, los adultos, desde nuestra interpretación, aportamos matices a las señales de los bebés que favorecen esa interferencia: “es que el niño sólo quiere que le siente”,“es él el que quiere ponerse de pie”, cayendo con ello en el error de adelantar procesos y provocando que otros importantísimos no aparezcan.

¿Qué podemos observar en los niños si acompañamos su desarrollo sin interferir?

“… en condiciones ambientales favorables, el niño consigue regularmente por sí mismo, por propia iniciativa, con movimientos de buena calidad bien equilibrados, volverse sobre el vientre y después, pasando por el rodar, el reptar y el gateo, sentarse y ponerse de pie” - Emmi Pikler

El movimiento es una necesidad vital del niño, se muestra deseoso de experimentar, de vivenciar. Es a partir del movimiento como va a ir conociendo al medio y a sí mismo.

Un acompañamiento adecuado en los tres primeros meses se basa en ayudar a establecer un orden respetando los ritmos de sueño y vigilia. “La neurona y el cerebro son rítmicos y toda nuestra capacidad de integración y organización de la información dependen del ritmo”- Jorge Ferré

 

A partir de los 3 meses…
Hemos de dar la oportunidad de que el bebé comience a entrenar todos los movimientos necesarios que le llevarán al desplazamiento. Por ello, debemos facilitar que el niño pase tiempo en el suelo, dándole así la posibilidad de aprender a moverse en libertad.

En esta etapa su cuerpo se ha ido desplegando y comenzará a controlar la cabeza. Poco a poco activará las piernas y comenzará a ensayar la coordinación de brazos y piernas. Se va preparando para voltear, para pasar de la posición de boca arriba a la de boca abajo. Cuando empieza a voltear, lo ideal es colocarlo en el suelo entre 3 y 4 horas al día, no tienen porqué ser seguidas pero debe pasar gran parte del tiempo que esté despierto en el suelo.


Conquistando el mundo…
Y el día menos pensado…¡el bebé es capaz de girar! Se trata de una gran conquista ya que desde esta posición descubrirá todos los movimientos de desplazamiento, pero para ello tendrá que ensayar mucho hasta ponerse de pie y caminar.


Entre los 3 y los 6 meses el bebé...
- Dominará el volteo en el suelo hacia ambos lados.
- Dominará el volteo de boca abajo a boca arriba.
- Tendrá control total del cuello.
- Descubrirá sus manos, comenzará a coger objetos, observarlos y explorarlos.
- Comenzará con el reptado circular (giros alrededor del propio ombligo) cuando esté boca abajo.
- Comenzará a ser capaz de localizar los objetos volteando hacia el lado de donde proviene el estímulo.
- En estos meses el chupeteo y el olfato juegan un papel muy importante en el reconocimiento del entorno y hemos de permitir estas exploraciones para de esta forma proporcionar al cerebro la mayor cantidad de experiencias sensoriales posibles.

¿Qué sucedería si sentáramos al bebé en estas etapas?
Debemos evitar sentar al niño con apoyos ¡paciencia! el niño se sentará cuando todo su sistema esté preparado para hacerlo. Sentarle prematuramente tiene consecuencias:
- Bloqueo de la parte baja de la columna vertebral.
- Desorganización de la visión.
- Si al bebé le duele algo ocasionado por esa postura “artificial” no puede cambiar de posición.
- Dificultades respiratorias (la posición de espalda arqueada no permite un adecuado funcionamiento pulmonar).
- No permite al niño entrenar los movimientos necesarios para la coordinación entre las manos.
- Convierte al bebé en un espectador pasivo de lo que ocurre alrededor en lugar de ser el protagonista de su historia.  Si quiere un juguete tiene que conformarse con que se lo den.
- Todo el tiempo que permanezca sentado es tiempo que no invierte en el entrenamiento motor, en la investigación y en el aprendizaje.
- Impide el movimiento autónomo, haciendo al bebé mucho más dependiente de lo que ya es.

IMPORTANTE: no cometer el error de sentar al niño antes de que pueda hacerlo por sí mismo, de tenerle todo el día en carros, hamacas o parque-cuna que limiten sus movimientos naturales y espontáneos. No es lo mismo mantenerse sentado (lo sienta el adulto) que sentarse por sí mismo (sin apoyos ni ayuda de nadie).


De los 6 a los 9 meses…
El bebé ya domina el volteo en el suelo de boca arriba a boca abajo y viceversa y controla bien el reptado circular alrededor del ombligo. Se sigue entrenando para comenzar a arrastrarse. Arquea el cuerpo golpeando con las manos y los pies (como si fuera un avión a punto de despegar). Poco a poco comenzará a arrastrarse. En los comienzos le será difícil, de hecho algunos niños empiezan a hacerlo primero hacia atrás en lugar de hacia delante. Lo conseguirá cuando descubra que ¡puede fijar los pies al suelo!

La conquista del arrastre prepara la coordinación de los movimientos que aprenderá a hacer después: andar, correr, pedalear, saltar a la pata coja y, poder hacerlo con soltura.

 

De los 9 a los 12 meses…
Como resultado de toda la experiencia motriz, el reptado evolucionará hacia el gateo. Durante estos meses, el bebé comenzará a sentarse por sí mismo, como consecuencia de la maduración de su tono muscular. Es una conquista que debe realizar por sí mismo. Lo normal es que los bebés comiencen a sentarse cuando ya dominan el arrastre o cuando comienzan a gatear. Lo ideal sería que gatearan durante 4 o 5 meses.

Debemos evitar:
- Aceptar como válida cualquier forma de gatear que no sea en la que el niño se apoya en cuatro puntos.
- Pensar que en el suelo el niño se enferma y por eso limitar su experiencia.
- Creer que antes es mejor (andar antes, hablar antes…).
- Acortar la etapa de gateo estimulando al niño para que se ponga de pie, dándole las manos, ofreciéndole puntos de apoyo.
- El uso abusivo de parque-cuna y andadores reduce esta etapa, una de las más importantes del desarrollo.

Y cuando todo esto está conquistado y muy entrenado el niño empezará a ponerse de pie y echará a andar. No hay que tener prisa, no hemos de acelerar procesos importantísimos para el desarrollo de todos los sistemas (neurológico, sensorial, motriz, cognitivo, visual, auditivo).

“Permitir al niño experiencias de suelo es dejar que su potencial formativo emerja. No hay que tener miedo a los golpes y caídas siempre que el niño se desenvuelva en un espacio seguro para él. El bebé que tiene mucha experiencia de movimiento en el suelo, si encuentra obstáculos nuevos tendrá las herramientas necesarias para sortearlos, sin embargo, un bebé inexperto ante un obstáculo se frustrará y llorará y no intentará repetir la experiencia” - Jorge Ferré

Todos los bebés (en condiciones normales) están diseñados para pasar por todaslas etapas. La diferencia entre quienes las pasan y quienes no, está en la intervención que el adulto haga.

Antes no es mejor, por ello les invito a observar sin prisa los logros diarios que el niño consigue, el camino es precioso, sin enseñar o ayudar donde no necesitan ser ayudados. Caminar y sentarse lo hará toda la vida, no hay ninguna prisa.•


Lucía Lorenzo Quintero
Licenciada en Psicología P-01268
Máster en Neuropsicología y Educación
Experta en Desarrollo Infantil
Educadora de familias certificada en Disciplina Positiva
Directora de Crecer en Salud Brain Centers
www.crecerensalud.com

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