En otros brazos

Noticia publicada el 18-05-2018

Al enfrentarnos a la dura tarea de buscar una escuela infantil para nuestro primer hijo, además de hacerlo con total desánimo, no sabíamos bien qué estabamos buscando… ¿una cercana al trabajo para estar a menos de un suspiro de él por si pasara cualquier cosa, una que tuviese buena “imagen”, trayectoria, reconocimiento?... tampoco contábamos con mucho presupuesto…

Visitamos muchas y de todas salía con la cabeza gacha, hasta que hubo una que me inspiró confianza y cariño, pero sentidos con el corazón, no con la cabeza… esa que agachaba. No era ni la guarde más bonita, ni la más grande, ni con más idiomas y talleres, es más, no tenía nada de eso. Pero tenía unas cuidadoras experimentadas y cariñosas que me aliviaron un poquito el peso enorme de tener (y no querer) dejar a mi hijo al cuidado de otras personas que no fuera yo, yo y yo... a los nueve meses apenas que él tenía. Y fueron más bien las sensaciones que me despertaron lo que impulsó la toma de decisión, más que un razonamiento sensato y concienzudo.

El primer día que lo dejé 5 minutos, lloré en silencio mientras caminaba un par de calles, como me sugirieron, hasta que llegara la hora de recogerlo. Lloraba de tristeza, de nostalgia… angustia por el desgarro que sentía por dentro, de que “me arrancaban” una parte de mí. Pero en el sufrimiento había también una lucecita, algo así como un susurro cómplice y amoroso que me decía “mira como se va convirtiendo en una personita”, él es uno en sí mismo... Y me sentí orgullosa de haber traído un maravilloso ser al mundo, que poquito a poco caminará solo”.


Dejar a nuestro hijo, nuestro tesoro más preciado, al cuidado de otras personas, siempre cuesta al principio, cuanto más si son personas desconocidas, en un ambiente que no nos es familiar.

Cuando son bebés estar con ellos es lo que más nos importa, la naturaleza nos ha diseñado así para la supervivencia de la especie. Ésta hace que nos enamoremos profundamente de ellos para que cuidarles sea nuestra mayor prioridad. ¡Hace incluso que se nos olvide el dolor del parto!. Y que nuestras conversaciones y preocupaciones giren en torno al “mundo bebé” mientras tanto nos necesitan.

El instinto materno nos lleva a querer estar todo el tiempo con ellos, pero cuando toca reincorporarse al trabajo y no nos es posible conciliar o contar con el apoyo de familiares cercanos, muchas veces nos toca enfrentarnos con la búsqueda del lugar donde nuestros pequeños pasarán el tiempo que nosotros no podamos estar con ellos. Y con esto, afrontar las emociones que ello nos despierta.

La ansiedad por separación puede producirse tanto en las madres y los padres como en los hijos, pero nosotros, personas adultas, podemos gestionarlo mejor que ellos como niñas y niños.

Hoy en día, más que nunca, la mayoría de las madres y padres estamos hechas un mar de dudas y de culpa, con voces y opiniones contradictorias por todas partes. La mayoría venimos de un tipo de crianza y en nuestra propia experiencia hemos conocido otra forma de hacer las cosas: la importancia del apego seguro, de la inteligencia emocional, del respeto a los ritmos y necesidades de los niños, etc. Y aunque cada vez hay más escuelas infantiles que van incorporando esta filosofía en sus centros, encontrar el “ideal” es una tarea utópica, porque hay miles de aspectos a tener en cuenta, todos no todos buscamos lo mismo y principalmente, en ninguna estamos nosotros/as. Por lo que, partiendo de la base de que no hay lugar “perfecto” si no hemos tenido la suerte de poder prescindir de este servicio, es importante confiar y conectar con la tranquilidad en nuestro interior ya que nuestros niños ven el mundo a través de nuestros ojos. Si yo tengo miedo ante una situación, les transmitimos que esa situación es peligrosa y hay que vivirla con miedo. Desde la gestación hasta aproximadamente los 7 años (siendo un proceso paulatino) están en nuestra esfera emocional. Por ello es importante intentar vivir este momento con confianza y convicción en el sitio que finalmente elijamos, que nos familiaricemos con las personas que van a estar a su cargo, que aclaremos todo aquello que nos preocupe y sea importante para nosotros, que hablemos de este nuevo sitio en positivo, con el niño y con nosotros mismos/as… aún sintiendo que nuestro ideal es otro.

Viviremos esta nueva y dura experiencia de una forma más positiva para todos poniendo el amor y la energía allí en lo que elijamos, centrándonos en lo real más que en lo ideal y compensando desde casa todo lo que creamos conveniente, porque al final ahí está lo importante. Y esto será un inmenso regalo para nuestros hijos: “trabajar con las circunstancias” o “hacer lo mejor que puedo con lo que tengo”.•


Emma Benítez Quintana
Psicóloga, Terapeuta en Biogestalt, Constelaciones familiares y madre.
Facebook “Crecemos en espiral Psicología”
www.emmabenitezpsicologa.es

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