Bebecuentos

Noticia publicada el 21-04-2017

Los narradores orales o cuentacuentos llevamos la palabra dicha, las historias tradicionales y otras formas de la tradición oral, los cuentos de autor y/o los libros álbum adonde quieren ser escuchados. Algunos tenemos la suerte de poder dedicarnos a esta actividad profesionalmente a tiempo completo. Como muchos dicen y sin componente peyorativo “vivimos del cuento”. Normalmente trabajamos en bibliotecas, teatros, centros culturales, escolares o plazas. Los Festivales de Cuentos, Ciclos de Narración Oral y otras muchas acciones en torno a la oralidad y al fomento de la lectura y escritura suelen convertirse en punto de encuentro de los profesionales de este sector, que por otro lado es bastante solitario. Seleccionamos nuestro repertorio, trabajamos en él, hacemos nuestros los cuentos y los transmitimos a distintos tipos de público: familias con niños/as mayores de 3 años, público joven y adulto.

Esas historias llegan también a los más pequeños de la casa, los niños y niñas de 0 a 36 meses a través de los Bebecuentos, una actividad que se dirige directamente a ellos y sus familias. Son sesiones de cuentos sencillos, poemas y canciones a través del libro, objetos de diferente tipo, música o juegos de manos y falda. En estas sesiones, normalmente temáticas, las narradoras o narradores escogemos libros, canciones tradicionales o de autor, poemas, objetos (algunos de creación propia) e instrumentos musicales y, en aproximadamente 30 minutos, compartimos con el público nuestra propuesta. En mi caso va dirigida especialmente a los padres y madres, ya que el vínculo que se genera entre ellos y el bebé durante la sesión a través de las historias, canciones y poemas, no hace más que multiplicarse luego cuando, en casa, incluyen algunas de esas ideas en sus rutinas diarias. Mis objetivos son enamorar a madres y padres de los libros álbum y los dirigidos a los más pequeños, facilitando la selección de libros de calidad; recordarles lo que les cantaban, a lo que jugaban; presentarles ideas para poner música a los textos, para utilizar instrumentos, títeres u objetos, para generar un rincón de lectura y de encuentro con el libro y la oralidad en casa.

En las diferentes sesiones de Bebecuentos el recibimiento por parte de las familias es parecido y a la vez muy distinto, dependiendo del grupo que coincida, del lugar en que se desarrolle la actividad, de la edad de los pequeños y de cómo se encuentren ese día. Algunos bebés quedan completamente estupefactos ante los sonidos, las imágenes y los cantos y se mantienen en silencio, como en estado maravillado, toda la sesión. Otros se sienten fascinados ante el movimiento de los otros bebés y se les unen, formando remolino. Algunos se ponen a bailar cuando cantamos o tocamos, se sorprenden cuando algún elemento sale de una caja o una maleta, se encantan con los objetos que llevamos para que palpen e investiguen. Los adultos responden a las preguntas que hacemos, cantan, dan palmas, hacen gestos y los bebés los observan con atención, sentados en su regazo o de pie a su lado. Madres y padres tienen que atrapar a más de uno que quiere venir a llevarse los libros o los instrumentos que les han llamado la atención, algunos familiares tienen que salir porque el bebé no tiene un buen día y no deja de gritar o de llorar, pero todos quieren volver. Preguntan por qué no hay más sesiones, por qué las listas de inscripción se llenan tan rápido.

Hasta hace cuatro años, las sesiones de cuentos que se proponían de forma estable en Tenerife desde Bibliotecas y centros culturales estaban dirigidas a niños/as mayores de tres años. Ampliar la edad del público extendiéndola a menores de tres años y profundizar en la estimulación temprana a través de la tradición oral y la literatura infantil, indagar en las publicaciones de libros para niños de esta etapa y acercar los resultados a docentes y familias es necesario y maravilloso: si asisten desde temprana edad a sesiones de cuentos, comienzan a formarse como público, se acostumbran a recibir el regalo de la palabra dicha, de la imagen mostrada, del ritmo y la rima de canciones y poemas. Cuando sean más grandes, si la semilla germina, demandarán esa actividad, querrán más cuentos, escucharán activamente, es decir, implicándose en lo que reciben, oyendo no sólo las palabras sino lo que subyace, empatizando con los sentimientos de los personajes, comprendiendo los conflictos y contando con los mecanismos para resolverlos.

De esas semillas, en unos años, podrían crecer bosques enteros. Niños/as que han aprendido a amar los libros, que han desarrollado el lenguaje ampliando vocabulario, percepción y capacidad de comprender y de expresarse, que se identifican con los personajes y las situaciones de las historias y las escuchan con pasión, participando activamente, pequeños que habrán aprendido, con suerte, a ser pacientes, a escuchar con atención. Sin embargo, aún no sucediendo nada de esto, el momento en el que las familias se reúnen junto al bebé, cantan, juegan y comparten nuestras propuestas, ya vale oro, ya tiene sentido en sí mismo.

Desde que comenzamos esta actividad, Isabel Bolívar y yo, padres y madres han destacado la importancia de esta primera experiencia comunicativa y literaria como muy positiva y recomendable, y ese es uno de los motivos por los que seguimos luchando contra viento y marea para generar más espacios dedicados a esta actividad.

Como narradora y trabajadora en el fomento de la lectura la tarea de recomendar libros para esta franja de edad es una de mis favoritas. Sin embargo, me encanta recordar las palabras de Beatriz Sanjuán (“Érase una voz. El primer libro del bebé”. Pantalia Publicaciones, 2016) cuando dice que “el primer libro del bebé es la voz del adulto”. Con sus ojos lee nuestros gestos. Con su boca lee nuestras manos y todo lo que hay alrededor. Con sus oídos lee nuestra voz, nuestro tono, nuestros ritmos y silencios. Y es un lector apasionado y feliz.
La tradición oral nos regala ese afecto, ese primer contacto. Nos conecta con nuestro pasado y nos enlaza con ese pedacito de presente y futuro que tenemos en el regazo. Lo que nos cantaron y contaron, los juegos de manos que aprendimos, los arrullos y retahílas, todo lo que nos hizo conectar con la palabra y con quien la transmitía vuelve a nosotros para ser de nuevo compartido. Así recordamos canciones y poemas y aprendemos nuevos.
Muchos de los libros que recomiendo están alimentados de tradición, poemas, juegos de manos, ritmo y canción. Toda selección implica una renuncia pero, para ser breve, esbozo únicamente algunos de los libros que suelo utilizar y recomendar para esta franja de edad. Son de pequeño tamaño y de cartoné, perfectos para manejar por los pequeños, chupar, morder y arropar.

 

Los 5 patitos de Margarita del Mazo y Cecilia Moreno, editado por Ediciones Jaguar. El libro recuerda a los 5 lobitos o a la canción tradicional “Five little ducks” y que es maravilloso contar y cantar utilizando las manos.

La colección La Cereza, de la editorial Combel, donde Mar Benegas propone historias sencillas, llenas de ritmo, con simples y atractivas ilustraciones. Los libros incluyen un código QR para descargar un acompañamiento musical al libro. 

Otra colección muy recomendable es la que la autora Estrella Ortiz publica en la editorial La Fragatina. Títulos como “Regalos”, “Cada oveja con su pareja”, “La mariposa” o “El cerezo” son deliciosos.

Por último, cómo no recordar la colección De la cuna a la luna en la editorial Kalandraka, del autor Antonio Rubio y el ilustrador Óscar Villán. Títulos como “Luna”, “Cocodrilo” o “Veo veo” forman ya parte de las bebetecas de muchas casas con bebés que se han apropiado de ellos.•

Laura Escuela
Narradora oral y especialista en Literatura Infantil
www.lauraescuela.com
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