Los recovecos del embarazo y el parto

Noticia publicada el 08-02-2017

Este artículo nace como consecuencia de la escucha a muchísimas madres que han pasado por mi consulta poco tiempo después de haber dado a luz y manifiestan un sentimiento enorme de rabia, frustración y pena por no haber tenido el parto que deseaban o con el que habían soñado durante su embarazo.

Comentarios del tipo: “Hice meditación visualizando un parto completamente natural, yoga, preparación al parto, etc. y acabé en una cesárea de urgencias por diferentes motivos”. Al terminar de escuchar a la mamá, pregunto: ¿Cómo fue el parto en el que tú naciste? Y aquí aparece la respuesta: ”Pues yo también nací en una cesárea de urgencias”.

En el 90% de los casos en los que hago esta pregunta en consulta, suelo descubrir con asombro que hay muchas similitudes entre los partos que han tenido las mamás de los bebés a los que trato con los partos en los que ellas mismas nacieron. Por lo que he llegado a la conclusión de que trabajar esto es clave si deseamos preparar un embarazo y un futuro parto de manera más consciente.

No estoy diciendo que no hagan meditación visualizando el parto deseado, yoga, respiraciones, caminar, preparación al parto... (todo eso está genial y tiene muchísimos beneficios demostrados para la mamá y el bebé) sino que lo complementen con la información inconsciente que tenemos grabada en nuestras células, en nuestro cuerpo físico.

¿De que información inconsciente estamos hablando? Si yo les preguntara a las futuras mamás, a las que están embarazadas o a las que ya han dado a luz, cuántas de ellas se han sentado previamente a hablar con sus madres de cómo fueron los embarazos y partos de éstas con todo lujo de detalle, estoy convencido de que muy pocas me responderían afirmativamente. Por experiencia personal, y por todos los casos que he contrastado y conocido como profesional, solo un número reducido de mujeres ha hecho esto con sus madres, teniendo la posibilidad de hacer consciente lo inconsciente para poder transformar las cosas. La gran mayoría repite de una u otra manera el mismo patrón de sus madres, incluyendo el mismo sistema de parto.

¿Pero por qué sucedería esto? Pues mi opinión es que sucede para poder “sanar” esa historia que pedía hacerse consciente. Les pongo un ejemplo: después de sufrir un aborto, una mujer vuelve a quedarse embarazada. Evidentemente, siente mucho miedo de volver a tener otra pérdida después de la experiencia que ha tenido y, puesto que no hay separación alguna entre lo que siente esta futura mamá y el bebé que está esperando, el pequeño también se estaría alimentando de este miedo de su madre. Ahora imaginen que el bebé es una niña. ¿Qué creen que podría sentir esa niña cuando muchos años después decida convertirse también en mamá? Pues con mucha probabilidad, un miedo que en principio no tendría explicación aparente pero sí un registro celular grabado de cuando ella estaba en el vientre de su madre.

Otro ejemplo: hace algún tiempo acudió a consulta una mujer que se encontraba aproximadamente en su semana 30 de embarazo. Vino porque su bebé estaba de nalgas, había probado varias técnicas para que se diera la vuelta y ninguna le había funcionado. Le pido que me cuente cómo fue el embarazo y el parto de su mamá con ella, me cuenta que, durante todo el embarazo, su madre había tenido riesgo de aborto y el parto había sido muy duro y largo. Le pregunto qué es lo que podía estar sintiendo ella como bebé en el vientre de su madre y, poco a poco, empieza a conectar con todo ese miedo y lo expresa, tomando conciencia de ello. A la semana siguiente, su bebé se había dado la vuelta colocándose de cabeza. Cuando le tenemos miedo a algo, una de las opciones es darle la espalda y eso es exactamente lo que estaba haciendo el bebé, a causa de lo que sentía su madre.

Por ello, creo que es vital, tanto para una madre como para una hija, sentarse a hablar desde la sinceridad, y recalco “sinceridad” porque, por experiencia, se que cuando preguntamos a una madre por el parto, si éste no ha sido muy agradable, intenta no contar toda la verdad pensando que así está ayudando a su hija a no tener miedo.
Sin embargo, lo único que está generando es que aquello que está en nuestro inconsciente se haga realidad, aunque no lo deseemos.

Es imprescindible que se cuente todo, desde las sensaciones durante el embarazo (si fue deseado, si se sentía acompañada por su pareja o familia, separaciones, riesgo de aborto, malestares físicos, noticias desagradables tipo accidentes, enfermedad o fallecimiento de seres cercanos, etc.) como todo lo concerniente al parto (si estaba sola u acompañada, lo que sintió, si tuvo epidural, si fue muy rápido o por el contrario muy largo y complejo, si necesitó algún tipo de ayuda de fórceps o ventosa, o si acabó en una cesárea de urgencias). Todo lo que sintió nuestra mamá está registrado en nuestro cuerpo, como si nos hubiéramos pasado a nosotros. Para un niño no es tan importante toda esta información como lo puede ser para una niña que en el futuro desee, o no, ser madre.

Por esta sencilla razón, es de gran importancia que toda mujer tenga un encuentro cara a cara con su madre, de adulta a adulta, para saber todo aquello que vivió y sintió durante el embarazo y el parto. Desde mi punto de vista, creo que es el mejor regalo que una madre puede hacer a su hija cuando ésta tiene planes de ser mamá o está inmersa en un embarazo.

Finalizaré con otro ejemplo que puede explicar todo esto por sí solo: una vez vino a consulta una señora que deseaba trabajar la pena de no haber sido madre biológicamente. Cuando indago en el parto en el que nació ella, me cuenta que su madre estuvo a punto de fallecer en el posparto y los médicos le recomendaron no volver a tener hijos. Sin embargo, su madre queda embarazada nuevamente, da a luz a su hermana pequeña y, en el posparto, fallece. Después de escuchar la historia de su madre, le pregunto si a ella le gustaría realmente tener hijos e instantáneamente me responde: “Ni de coña”. Justo al terminar de decir esa frase, sus ojos se hicieron más grandes porque fue consciente de lo que acababa de decir. ¿Cómo iba a ser madre si su inconsciente no quería serlo? Desde muy pequeña había grabado que tenía que elegir entre parir o vivir y ella había escogido “vivir” porque “parir” era sinónimo de muerte, ya que en el parto de su hermana pequeña, había perdido a su madre.

Después de todo lo que les he contado, invito a todas las mujeres embarazadas, a las que quieran estarlo en el futuro y, a todas las madres con hijas, en general, que le hagan el regalo de compartir todo lo que fue, sin juicios y con amor, la historia de su nacimiento, siendo lo más sinceras posibles, porque de ello puede depender que se tome un camino u otro en este lindo tránsito a la maternidad.•

David C. García Martín
Fisioterapeuta
Experto en terapIa manual en pediatría

www.terapiacraneosacralparabebes.es

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