Sabiduría natural

Noticia publicada el 05-07-2016

El concepto de microbioma tiene cada vez más difusión en medios científicos, aunque no tanto en la prensa cotidiana.

El microbioma es el conjunto de microorganismos que habitan en un ser vivo, contribuyendo al mantenimiento de su estado de salud y beneficiándose a su vez del organismo que lo hospeda, lo que se denomina simbiosis.

Los seres humanos de hoy hemos crecido con la idea de huir de todo aquello que fuese hongos, virus o bacterias, por considerarlos enemigos ancestrales de nuestra salud. Pero este concepto forma parte del pasado, desde que la ciencia ha descubierto que sin microorganismos nuestro sistema inmune se deprime a su mínima expresión y se pone en peligro la vida.

Nuestro microbioma se podría considerar como un tejido más de nuestro cuerpo (entendiendo tejido como conjunto de células con una función común). Aproximadamente por cada célula humana hay 10 bacterias. De tal manera que somos más bacterias que células humanas.

Poseemos en el genoma humano alrededor de 23.000 genes que configuran nuestra estructura y funcionamiento. Pero completando nuestro genoma, alojamos nuestro microgenoma, es decir, el genoma de nuestros microbios, pero con más de un millón de genes. El equilibrio en nuestro microbioma ejerce una influencia sobre nuestro genoma.

Hoy día se ha extendido en gran medida el uso de los probióticos, las llamadas bacterias “buenas” con reconocida función sobre nuestra salud, que tanto pueden formar parte de un compuesto farmacéutico como de un alimento funcional (que además de nutrirnos, nos aporta microorganismos para reparar nuestro microbioma. Sirva de buen ejemplo la col fermentada, o chucrut).

Las bacterias en nuestro intestino son colonizadas desde el mismo nacimiento a través del canal del parto y por medio de la lactancia materna, que según recomendación de la OMS (Organización Mundial de la Salud) debe ser de al menos 2 años. Últimamente se ha descubierto que en el interior del útero y en la placenta ya hay colonización bacteriana. Ese número muy elevado de bacterias que conforman nuestro microbioma actúa sobre el equilibrio de nuestras mucosas y piel. Nuestro sistema inmunológico se activa gracias especialmente a dos tipos de bacterias: E. Coli y Enterococus Faecalis. Cuando tenemos estas bacterias deficitarias, nuestro sistema inmune está poco estimulado y decimos que nuestras defensas están bajas, por lo que podemos contraer infecciones.

Debido al tipo de producción alimentaria actual, con un uso no siempre bien controlado de pesticidas y herbicidas para la producción agrícola, colorantes y conservantes artificiales, antibióticos y hormonas para la producción animal, es habitual que la flora bacteriana del ser humano no tenga su microbioma en un estado óptimo.

La realización de análisis microbiológicos de las heces, flora mucosa bucal o genital, permite conocer y reparar convenientemente la flora bacteriana que suele ser la base de ciertas patologías comunes en la población. Mantener un hábito de consumo de probióticos “de garantía de origen y control de calidad” cada cierto tiempo, puede ser una manera de hacer medicina preventiva y reducir en mucho el gasto farmacéutico de un estado. Tal es así, que la OMS en su programa 2014-2023 recomienda a todos los países la incorporación de las medicinas naturales en los Servicios Nacionales de Salud, por considerar su baja producción de efectos secundarios (tercera causa de muerte en EEUU) junto al menor coste público y capacidad para actuar sobre la prevención de enfermedades (1).

El aporte de probióticos inmunomoduladores (que regulan nuestras defensas) puede contribuir a evitar infecciones, y pueden ser tomados por largo tiempo sin que ello pueda afectar negativamente a nuestra salud, muy al contrario (2).

El lactobacillus del yogur es originariamente L. acidophylus o Lactobacillus bulgaricus. Las bacterias del yogur transforman el azúcar en ácido láctico, lo que lleva a la coagulación de las proteínas de la leche y cuaje convirtiéndose en yogur. De esta forma facilitan su digestibilidad y absorción intestinal. El lactobacillus de los medicamentos probióticos pueden contener Lactobacillus casei, Lactobacillus plantarum, Lactobacillus reuteri, Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus GG y un largo etcétera(3). El Lactobacilos Reuteri fue identificado en leche humana, en un estudio realizado sobre el contenido de bacterias en la leche de mujeres peruanas.

Uno de los objetivos del tratamiento probiótico es el restablecimiento de la producción bacteriana de vitaminas, en especial las menaquinonas (K2) pero no hay que olvidar que también producen otras, como la B12. Aportar probióticos a nuestro organismo es restablecer un equilibrio microecológico y una diversidad que nos beneficia. Una mucosa intestinal equilibrada gracias a una buena microbiota va a absorber mucho mejor los nutrientes aportados en nuestra alimentación. Como comentamos al principio, es en el intestino donde se mantiene una de las bases principales de nuestro sistema inmunológico.

Con respecto a otras facetas del microbioma, se sabe hoy día que el intestino es el lugar de mayor producción de serotonina, el neurotransmisor cerebral del bienestar. Hay autores que hablan del concepto de “Cerebro intestinal” para referirse a la enorme influencia que ejerce el intestino sobre el equilibrio del sistema nervioso. Cuántas malas noches de bebés y sus padres se pueden evitar con la administración adecuada de un tratamiento probiótico al inmaduro aparato digestivo del bebé y sus incómodos cólicos. Hay autores que llegan a denominar al microbioma como “Psicobioma”, por su gran influencia sobre el estado psíquico de la persona.

En el caso del uso de antibióticos, la flora bacteriana de nuestras mucosas puede y suele verse alterada, produciéndose el sobrecrecimiento de hongos-levaduras que no se ven afectados por el tratamiento antibiótico. Esta es una de las razones por las que las autoridades sanitarias promueven con cierta frecuencia desde hace años, campañas sobre el correcto uso de los tratamientos antibióticos. Añadido a lo anterior, el uso indiscriminado de antibióticos está generando cada vez más resistencias de los agentes infecciosos a los antibióticos. Es por estas razones que sería de obligada prescripción para los médicos, la indicación de probióticos cada vez que se prescribe un antibiótico. Los probióticos utilizados actualmente (me refiero a los médicamente testados y controlados con rigor farmacéutico) son bacterias pertenecientes a nuestra flora bacteriana y no son “extraños”. Es la flora más frecuente en nuestro microbioma. Son más pinos para repoblar un pinar que ha sido devastado.

El correcto análisis microecológico de la flora intestinal es el que puede determinar el tipo de probióticos más adecuados para cada caso. En muchas patologías, no solo intestinales, sino en infecciones de repetición, alérgias, dermatitis atópicas, y trastornos digestivos crónicos, entre otras, el tratamiento probiótico beneficia mucho a la precaria situación de la mayoría de los intestinos actuales. Sí que es recomendable el consejo médico a la hora de utilizarlos y buscar que sean de calidad.

Cuando se parte de un análisis de microecología intestinal, se facilita la aplicación específica de los probióticos adecuados.

El problema, hoy día, es que las bacterias que nos intentan vender en la televisión vienen acompañadas de leche, la cual suele inflamar la mucosa intestinal, impidiendo que las bacterias probióticas puedan adherirse a la mucosa y reproducirse adecuadamente en nuestro intestino. Los seres humanos, con respecto a los lácteos, somos el único mamífero de las casi 5000 especies de mamífero del planeta, que consume leche toda su vida, e incluso de otras especies. Esto ha llevado, hace varios años, a determinadas universidades americanas (Yale, Harvard) a replantear la conveniencia del uso de lácteos en alimentación humana saludable.

Hasta hace relativamente poco, la pirámide alimenticia oficial recomendaba el consumo de tres vasos de leche diarios. La recomendación de consumo de lácteos en dicha pirámide se basaba en la idea de que la leche es una importante fuente de vitamina D, calcio y potasio, con el fin de mantener los huesos sanos. Sin embargo, esta recomendación podría no ser tan saludable. Las nuevas recomendaciones aconsejan reducir el consumo de lácteos y en el “Eating Plate” (el sustituto de la pirámide alimenticia tradicional) se sustituye por agua (4).

En concreto, un estudio científico realizado por investigadores de la Universidad de Harvard muestra, mediante un seguimiento durante años de las participantes, que no existe relación entre el consumo de leche y un menor riesgo de fracturas en huesos(5).

Por oro lado, en la Universidad de Yale, el Dr. David L. Katz, manifiesta que hay evidencia suficiente para considerar que el consumo de lácteos no es esencial para un ser humano adulto. A nivel mundial, hay comunidades cuya dieta es a base de agua, vegetales, reciben luz solar y realizan actividad física, y tienden a tener huesos y corazones más fuertes, menos diabetes, cánceres, e infartos.

Es precisamente en la cesárea, donde se pueden combinar ambos factores de forma inconveniente: Por un lado el recién nacido no recibe la siembra de bacterias provenientes de la vagina de la madre al no pasar por el canal del parto, y por otro lado, en lo que la madre se recupera de la anestesia, se les suele dar un biberón de leche de vaca, circunsatancia que posiblemente sea la causa de posteriores trastornos inmunológicos como pueden ser cólicos intestinales, alergias o atopias.

De ahí que recientemente, en base a las investigaciones realizadas en el NYU Langone Medical Center de Nueva York (EE.UU.), se recomiende en los partos por cesárea, impregnar una gasa en la vagina de la madre y pasarla por la cara y piel del bebé, para minimizar en algo la falta de siembra de bacterias maternas. Esta práctica tan sencilla puede ayudar a prevenir muchas enfermedades futuras al recién nacido mediante la instauración correcta de su microbioma, hecho que le repercutirá para toda la vida.

Como decía Hipócrates, el Padre de la medicina: “Toda enfermedad empieza en el intestino”.

A modo de conclusión podemos decir que el uso de fermentados no lácteos en la alimentación y la terapéutica con probióticos, son el futuro para muchas patologías de las que se descubre, cada vez más, su relación con la alteración del microbioma, y que nuevamente, la naturaleza nos da una lección en el armonioso trasfondo de sus ciclos.•

Dr. Sergio L. Sánchez Suárez
Médico colegiado nº 35/3503313
www.canariasbiomedica.com


(1) http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/95008/1/9789243506098_spa.pdf

(2) http://www.ncbi.nlm.nih.gov/m/pubmed/24907474/

(3) http://www.nature.com/nature/journal/v486/n7402/full/nature11234.html

(4) https://www.hsph.harvard.edu/nutritionsource/healthy-eating-plate/

(5) Feskanich D1, Willett WC, Stampfer MJ, Colditz GA. “Milk, dietary calcium, and bone fractures in women: a 12-year prospective study.” Am J Public Health. 1997 Jun;87(6):992-7.
http://www.nature.com/nm/journal/v22/n3/full/nm.4042.html

Volver